El canto jubiloso del aleluya pascual que este domingo la Iglesia anuncia, contrasta todavía con los lamentos y el clamor que provienen de tantas situaciones dolorosas que cada vez son más frecuentes entre nosotros: pandemia, violencia, corrupción, injusticia, inseguridad, desigualdad, marginación y pobreza.
Así lo manifestó durante la homilía en la misa del medio día del Domingo de Pascua en Catedral Basílica Menor, el pastor de la grey católica de Durango, monseñor Faustino Armendáriz Jiménez, quien al referirse al histórico suceso, expuso que el eco de este acontecimiento, que surgió en Jerusalén hace veinte siglos, continúa resonando hoy en la Iglesia, que lleva en el corazón la fe vibrante de aquellos testigos, que vieron la losa removida y el sepulcro vacío, y creyeron pues después el Maestro y Señor, vivo y tangible, se les apareció a María Magdalena, a los dos discípulos de Emaús y, finalmente, a los once reunidos en el Cenáculo.
Enfático, Armendáriz Jiménez apuntó que la resurrección de Cristo no es fruto de una especulación, o de una experiencia mística, sino que es un acontecimiento, un hecho que sobrepasa ciertamente la historia, pero que sucede en un momento preciso de la historia dejando en ella una huella indeleble; “una huella que sigue marcando a la Iglesia para conducirla en la historia. Por eso hoy la comunidad de discípulos misioneros de Cristo rompe el silencio de la muerte para dar paso al canto de júbilo pascual”.
Luego, reflexiono que sin embargo, y por desgracia, el canto jubiloso del aleluya pascual que hoy la Iglesia anuncia, contrasta todavía con los lamentos y el clamor que provienen de tantas situaciones dolorosas que cada vez son más frecuentes entre nosotros: pandemia, violencia, corrupción, injusticia, inseguridad, desigualdad, marginación y pobreza.
Con estas sencillas palabras quisiera recordarles a todos aquellos hermanos que viven en sus vidas la pasión del Señor; “que Cristo ha muerto y resucitado precisamente para traernos paz e iluminarnos con la Verdad. Ha muerto a causa de los pecados de hoy, y ha resucitado también para redimir nuestra historia. El anuncio de la resurrección del Señor ilumina las zonas oscuras del mundo en que vivimos. Pues en medio del descontento y la impotencia por la descomposición de nuestra sociedad y de nuestros valores, por la violación de los derechos fundamentales de cada persona, por la falta de la administración de la justicia y el rendimiento cuentas”.
Citó además que, “si quitamos a Cristo y su resurrección, no hay salida para el hombre, y toda su esperanza sería ilusoria. En efecto, si Cristo no hubiera resucitado, el mal acabaría ganando. Pero, no es así. Precisamente hoy, irrumpe con fuerza el anuncio de la resurrección del Señor, que responde a la demanda constate de Justicia y Verdad. El Anuncio de la Resurrección del Señor es la Novedad Eterna. Una novedad que cambia la existencia de quien la acoge”.