Como nunca ocurría, la "Güera" Rodríguez se dio tiempo para saludar y prácticamente despedirse de sus amigas en el mercado Gómez Palacio un día antes de su abrupta partida, cuando la desgracia la arrebató la vida a ella y a tres miembros más de su familia.
Mónica decía que sin música “no era vida”, de tal forma que desde temprano, subiendo la cortina del local de tacos “El Cacahuate”, comenzaba la jornada siempre acompañada de sus canciones favoritas, y así fue su último día en el sitio que la vio nacer y crecer, como integrante de una tercera generación de locatarios del mercado más antiguo de la ciudad.
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Alma Leticia Rodríguez Solano, atendiendo su dulcería, gentilmente accedió a platicar para los lectores de El Sol, cómo fue el último día de su hermana, la Güera ahí en el Gómez Palacio.
Como se indica, esa mañana, cumplió el rito cotidiano de escuchar sus melodías apenas abrió el puesto, Luis Miguel, entre sus favoritos. Sin embargo, como nunca, muy rara, pasó a saludar a varias de sus amigas, para luego regresar a su sitio de trabajo y más tarde, “pasaba aquí, como siempre lo hacía, para llevarle un dulce a su nieta, Luciana, cuando la recogía del kínder”.
"Ya nunca la volví a ver", afirmó Alma con mirada melancólica.
Y es que a la madrugada del día siguiente sobrevino la desgracia y la partida repentina de la “Güera”, de su hija Evelyn -quien en diciembre pasado concluyó la carrera Gestión Empresarial en el Tecno y se preparaba para continuar la maestría-, de su nieta Luciana y del yerno, Gabriel Mata, muy conocido en el medio deportivo.
La “Güera” formaba parte de las familias tradicionales de este mercado. Era sobrina del “Médico” y de la Nena Huerta. Pero sus papás Javier y Victoria, y sus abuelos, tanto paternos como maternos, ya eran locatarios desde antes de cumplirse la primera mitad del siglo pasado. Era la cinco de seis hermanas.
Mónica era una de las locatarias más populares de este centro. Mucha gente la buscaba, porque además de los tacos del “Cacahuate”, vendía diversos productos de acuerdo con la temporada del año, lo que aunado a su personalidad, siempre alegre, sonriente, dicharachera, simpática, le dio para ganarse el aprecio de miles, como quedó demostrado en el recorrido hasta su última morada, cuando una multitud se dio cita primero en el velatorio, luego a las honras en Catedral y hasta su despedida en el panteón Garrido, y donde fue infaltable la música de banda y mariachi, que entonaron más de una ocasión, Hermoso cariño, Cucurrúcucu paloma y Que me lleve el diablo, sus más preferidas.
Además, ocurrió lo impensable, sobre todo después de los embates sufridos por locatarios durante la pandemia, pues el mercado cerró sus puertas el viernes 27 de mayo para acompañar a la Güera, en una despedida que impresionó, porque además del gentío, el cortejo fúnebre fue transmitido en vivo por diversos medios de comunicación y fue visto no solamente en Durango, sino en otras partes del país y en Estados Unidos.
En su alegría, a la Güera le gustaba departir con su familia, como lo hizo dándole seguimiento a la tradición, en sus bodas de plata tras 25 años de matrimonio con su marido, Marco Antonio, y apenas el pasado 23 de abril, cuando celebró con los suyos el cumpleaños número 54 y prácticamente un mes después, despedirse de este mundo, dejando a su paso desde luego el dolor a sus deudos, pero también esa imagen risueña, festiva, optimista y jubilosa, que es con la que nos quedamos, afirma con un rictus de quebranto su hermana Alma Leticia.