/ sábado 20 de abril de 2019

Familia Salazar 39 años entregando pescado de corazón

“No creo en la suerte, ni buena ni mala, creo en dar y ayudar a los demás, dar lo que tenemos, no lo que sobra y se multiplicará”, Juan Salazar.

Para el señor Juan Manuel Salazar Sierra y su familia, se cumplen 39 años de apoyar a familias de escasos recursos de la capital, con la entrega de pescado y despensas con recurso propio, lo hacen cada año el jueves de Semana Santa, algo que les deja gran satisfacción, sin buscar ser recompensados.

En un inició fueron entre 150 y 200 familias las que se apoyaron, ahora ayudan a casi 12 mil, provenientes de más de 50 colonias, muchos llegan en taxis, triciclos, camiones, algunos a pie, otros llegan en grupos del Nayar y el Pueblito.

Desde la madrugada las personas comienzan a tomar su lugar, para estar listos en la entrega, son aproximadamente entre 6 y 7 toneladas de pescado lo que regalan, se ha ido corriendo la voz a través del tiempo, por eso cada año llega más gente, muchos esperan esa fecha para acudir por su pescado.

Hasta el Cereso envían unos 3 mil kilos de pescado, para internos y personal que labora en el lugar. Junto con los 12 o 14 pescados por bolsa, se les brindan tortillas, nopales, algunas despensas, cobijas, y hasta aguinaldos, pues se juntan entre 2 mil y 2 mil 500 niños, quienes se van felices.

El señor Juan Salazar comenta que fue hace 40 años que conoció a unas personas que venían de Mazatlán a vender pescado en camionetas, se hicieron sus amigos, comenzó a colaborar con ellos luego de que le regalaron una bolsa de pescado, les ayudaba a vender esa mercancía para ganarse esa bolsa.

Aunque era difícil porque esas personas no tenían los medios para abrirse mercado, siempre se les quedaba una parte, pero al no poderlo regresar por la refrigeración, se lo entregaban para que lo vendiera y se ayudara en su economía.

A pesar de su situación económica, que era complicada, recordaba los valores familiares que se le inculcaron a él y sus hermanos, y el siempre ayudar a los demás, entonces comenzó a compartir el pescado con sus vecinos y gente cercana en un terreno en la colonia Porfirio Díaz de su propiedad, que era de lo último de la ciudad, en ese entonces sin pavimentar.

Después ellos dejaron de venir con el pescado, pero el señor Manuel Salazar iba a buscarlos, conforme fue pasando el tiempo, empezó a intercambiar el pescado con los vendedores por quesos y ceniceros de alacrán, incluso después que mejoro su situación les pagaba por cada kilo de pescado, pues se lo daban a buen precio y otros se lo regalaban.

Recuerda que tuvo una infancia difícil, mucho tiempo anduvo sin zapatos y no tuvo la oportunidad de ir a la escuela, perdió a su padre, entonces él y sus hermanos tuvieron que buscar la manera de sobrevivir, vendían cosas, el se ocupaba de cargador y otro tipo de empleos.

Para el señor Juan Manuel Salazar Sierra y su familia, se cumplen 39 años de apoyar a familias de escasos recursos de la capital, con la entrega de pescado y despensas con recurso propio, lo hacen cada año el jueves de Semana Santa, algo que les deja gran satisfacción, sin buscar ser recompensados.

En un inició fueron entre 150 y 200 familias las que se apoyaron, ahora ayudan a casi 12 mil, provenientes de más de 50 colonias, muchos llegan en taxis, triciclos, camiones, algunos a pie, otros llegan en grupos del Nayar y el Pueblito.

Desde la madrugada las personas comienzan a tomar su lugar, para estar listos en la entrega, son aproximadamente entre 6 y 7 toneladas de pescado lo que regalan, se ha ido corriendo la voz a través del tiempo, por eso cada año llega más gente, muchos esperan esa fecha para acudir por su pescado.

Hasta el Cereso envían unos 3 mil kilos de pescado, para internos y personal que labora en el lugar. Junto con los 12 o 14 pescados por bolsa, se les brindan tortillas, nopales, algunas despensas, cobijas, y hasta aguinaldos, pues se juntan entre 2 mil y 2 mil 500 niños, quienes se van felices.

El señor Juan Salazar comenta que fue hace 40 años que conoció a unas personas que venían de Mazatlán a vender pescado en camionetas, se hicieron sus amigos, comenzó a colaborar con ellos luego de que le regalaron una bolsa de pescado, les ayudaba a vender esa mercancía para ganarse esa bolsa.

Aunque era difícil porque esas personas no tenían los medios para abrirse mercado, siempre se les quedaba una parte, pero al no poderlo regresar por la refrigeración, se lo entregaban para que lo vendiera y se ayudara en su economía.

A pesar de su situación económica, que era complicada, recordaba los valores familiares que se le inculcaron a él y sus hermanos, y el siempre ayudar a los demás, entonces comenzó a compartir el pescado con sus vecinos y gente cercana en un terreno en la colonia Porfirio Díaz de su propiedad, que era de lo último de la ciudad, en ese entonces sin pavimentar.

Después ellos dejaron de venir con el pescado, pero el señor Manuel Salazar iba a buscarlos, conforme fue pasando el tiempo, empezó a intercambiar el pescado con los vendedores por quesos y ceniceros de alacrán, incluso después que mejoro su situación les pagaba por cada kilo de pescado, pues se lo daban a buen precio y otros se lo regalaban.

Recuerda que tuvo una infancia difícil, mucho tiempo anduvo sin zapatos y no tuvo la oportunidad de ir a la escuela, perdió a su padre, entonces él y sus hermanos tuvieron que buscar la manera de sobrevivir, vendían cosas, el se ocupaba de cargador y otro tipo de empleos.

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