/ sábado 16 de septiembre de 2023

¿Has visto a la dama esbelta de la calle Urrea?; esto dice la leyenda

Otros la conocen como “La muchacha de cuerpo de tentación y cara de arrepentimiento”; y así como le pasó a Don José María, también le pasó otros cuantos hombres

En Durango hay muchas leyendas, y una de ellas es la llamada “La dama esbelta de la calle Urrea”, ¿la has visto?, ¿te han contado algo de esto?; si eres de los que no conoce esta historia, la traemos para ti.

Sitúa tu mente en el famoso Barrio de Tierra Blanca, de los asentamientos más antiguos en la capital duranguense, donde se encuentra el Templo de Analco, donde, según cuenta Manuel Lozoya Cigarroa en su libro de Leyendas y Relatos del Durango Antiguo, se edificó la primera ermita en territorio tepehuán en 1556.

La leyenda relata la historia de una mujer, esbelta y de buen cuerpo, que caminaba por la calle Urrea de Durango | Foto: Cortesía Google Maps

A “La dama esbelta de la calle Urrea”, otros la conocen como “La muchacha de cuerpo de tentación y cara de arrepentimiento”. La historia comienza con la intervención de Don José María:

“Aunque ustedes no lo crean, lo que les voy a contar a mí me sucedió. Y se los cuento porque no quiero que a ustedes les suceda”.

Y comienza a narrar que una vez, cuando los gallos de la medianoche empezaban a cantar, él caminaba a paso lento precisamente por la calle Urea, y lo hacía lento porque venía muy cansado de trabajar todo el turno en la Casa Redonda. Según dice, había salido a las 23:00 horas.

“Cuando pasé el puente de la pasadita, y me enfilé rumbo al sur, más o menos en la cuadra de la Escuela Revolución, advertí que caminaba como a 50 pasos delante de mí una mujer alta, de cuerpo delgado y bien proporcionado”.

Describe el momento como que iba detrás de una mujer que se balanceaba ligeramente al andar como lo hacen las muchachas jóvenes para despertar la atención de los muchachos que las contemplan.

Don José María describe el momento como que iba detrás de una mujer que se balanceaba ligeramente al andar por la calle Urrea | Foto: Cortesía Pixabay

Llevaba un vestido a la medida y que hacía lucir su cuerpo femenino de extraordinaria belleza.

Narra Don José María que al atravesar las bocacalles entre Arista y Urrea, la brillante y amarilla luz iluminó el cuerpo de la mujer; “…que por su belleza era capaz de seducir al hombre más frío e indiferente”.

Es ahí donde aseguró que él, como hombre cincuentón, a quien no le hacen caso las muchachas, se olvidó por completo de su edad y decidió conquistar a la mujer que a paso lento seguía avanzando delante de él.

Apresuró el paso para alcanzarla, pero pensando que de un momento a otro podría ella estar llegando a su casa, y se privaría de su intención de cuando menos hacerle un piropo.

Pero por más que se daba prisa, la distancia entre ambos no se reducía, así que aceleró a un más el paso, y finalmente se acercó un poco más a la bella mujer, a quien asegura que no se cansaba de contemplar.

A “La dama esbelta de la calle Urrea”, otros la conocen como “La muchacha de cuerpo de tentación y cara de arrepentimiento” | Foto: Cortesía Pixabay

Según cuenta, la mujer aparentaba alrededor de 20 o 22 años de edad, muy joven, y que incluso le extrañó a Don José María que anduviera sola a esa hora de la noche, por la calle Urrea; en una zona que cabe precisar era considerada como solitaria en los años 30’s.

“Mil pensamientos cruzaron por mi mente, y en mi razonar atropellado llegué a la conclusión que se trataba de una mujer liviana que salía de casa a esas horas, dispuesta a encontrar a un hombre con quien pasar la noche y recibir por sus favores unos cuantos pesos con los que se hacía vivir ella y su familia, la tenía”.

El hombre, cincuentón, como él mismo se describe, relata que pasó por su mente hacerla su novia, pese a la gran diferencia de edad, y es que le atrajo demasiado la juventud y belleza de aquella esbelta mujer, a quien vio por primera vez en la calle Urrea.

“…casarme con esa mujer joven y bella aunque yo ya estuviera un tanto fuera de edad. Decidido a todo aceleré el paso dispuesto a colocarme a su lado, saludarla con atención y luego sacarle platica que sería el preludio de nuestra relación amorosa”.

Seguía avanzando y ya estaba a tres pasos de ella, pero parecía que no lograba darle alcance, lado a lado, como él soñaba aquella noche. Mientras Don José María parecía que iba forzado por alcanzarla, la esbelta mujer iba serena, sin apuros, ni precipitaciones, e incluso con valentía al caminar a esa hora.

La historia ocurre en el famoso Barrio de Tierra Blanca, de los asentamientos más antiguos en la capital duranguense | Foto: Cortesía Pixabay

“No supe cuántas cuadras caminé siguiendo a aquella mujer de cuerpo sensual y escultural, y solamente recuerdo que fue exactamente en la cuesta o subida de la calle cuando le di alcance, y enloquecido por mis pensamientos de lujuria, antes de hablarle, quise tomarla de la cintura, porque yo quería sentir su cuerpo cerca de mí”.

Ya cerca de él pudo notar que el cabello ondulado de la mujer caía debajo de los hombres, y eso le impedía ver su cara. Pero, dijo, la proporción de su cuerpo y gracia al andar lo llevaron a creer que era de rostro delgado, apiñonado y angelical.

De pronto, hizo lo que había pensado, poner su mano en la cintura de ella. Así, la guapa mujer volteó, dando oportunidad a que el hombre cincuentón de la leyenda la pudiera contemplar.

Pero… “no tuve tiempo de mirarla, como fulminado por un rayo caí al suelo y permanecía tirado en aquel sitio toda la noche”.

Narra que por la mañana despertó, aquel día de mayo, y entonces se dio cuenta que permanecía en la calle, sobre el suelo. Creyeron otras personas que se le habían pasado las copas, y que no alcanzó a llegar a casa.

¿Qué pasó? “Antes que nada, luego recordé lo que había pasado la noche anterior y mi cuerpo se llenó de escalofrío y espanto, al recordar la cara de la muchacha a la que había intentado tomar de la cintura. Era un esqueleto, una calavera sin ojos, sin nariz, y sin mejillas, que me causaba pavor y espanto recordarla”.

En medio del susto, a nadie quiso contarle, pues tenía otro miedo, que lo fueran a juzgar como un loco, pues él mismo incluso dudó. Se cuestionó si todo había sido un sueño.

Hasta que un hombre más joven, a quien se refiere como Don Cristóbal, contó lo que sucedió y también se desmayó al verla.

Enseguida se corrió la voz, siendo así que muchos trasnochados pasaron por lo mismo, ver a medianoche a la mujer esbelta, caminando por la calle Urrea.

Aún, después de décadas de sucedida la historia, asegura que hay quienes siguen manifestando que han visto a la misteriosa mujer, incluso a varias horas.

“La dama esbelta de la calle Urrea” sigue transitando por ahí, su calle, pero ya no encuentra quien la sigue, pues asegura Lozoya Cigarroa que “quienes han escuchado la leyenda, no se atreven a seguirla, se antiguan, reza y cambian de calle”.

En Durango hay muchas leyendas, y una de ellas es la llamada “La dama esbelta de la calle Urrea”, ¿la has visto?, ¿te han contado algo de esto?; si eres de los que no conoce esta historia, la traemos para ti.

Sitúa tu mente en el famoso Barrio de Tierra Blanca, de los asentamientos más antiguos en la capital duranguense, donde se encuentra el Templo de Analco, donde, según cuenta Manuel Lozoya Cigarroa en su libro de Leyendas y Relatos del Durango Antiguo, se edificó la primera ermita en territorio tepehuán en 1556.

La leyenda relata la historia de una mujer, esbelta y de buen cuerpo, que caminaba por la calle Urrea de Durango | Foto: Cortesía Google Maps

A “La dama esbelta de la calle Urrea”, otros la conocen como “La muchacha de cuerpo de tentación y cara de arrepentimiento”. La historia comienza con la intervención de Don José María:

“Aunque ustedes no lo crean, lo que les voy a contar a mí me sucedió. Y se los cuento porque no quiero que a ustedes les suceda”.

Y comienza a narrar que una vez, cuando los gallos de la medianoche empezaban a cantar, él caminaba a paso lento precisamente por la calle Urea, y lo hacía lento porque venía muy cansado de trabajar todo el turno en la Casa Redonda. Según dice, había salido a las 23:00 horas.

“Cuando pasé el puente de la pasadita, y me enfilé rumbo al sur, más o menos en la cuadra de la Escuela Revolución, advertí que caminaba como a 50 pasos delante de mí una mujer alta, de cuerpo delgado y bien proporcionado”.

Describe el momento como que iba detrás de una mujer que se balanceaba ligeramente al andar como lo hacen las muchachas jóvenes para despertar la atención de los muchachos que las contemplan.

Don José María describe el momento como que iba detrás de una mujer que se balanceaba ligeramente al andar por la calle Urrea | Foto: Cortesía Pixabay

Llevaba un vestido a la medida y que hacía lucir su cuerpo femenino de extraordinaria belleza.

Narra Don José María que al atravesar las bocacalles entre Arista y Urrea, la brillante y amarilla luz iluminó el cuerpo de la mujer; “…que por su belleza era capaz de seducir al hombre más frío e indiferente”.

Es ahí donde aseguró que él, como hombre cincuentón, a quien no le hacen caso las muchachas, se olvidó por completo de su edad y decidió conquistar a la mujer que a paso lento seguía avanzando delante de él.

Apresuró el paso para alcanzarla, pero pensando que de un momento a otro podría ella estar llegando a su casa, y se privaría de su intención de cuando menos hacerle un piropo.

Pero por más que se daba prisa, la distancia entre ambos no se reducía, así que aceleró a un más el paso, y finalmente se acercó un poco más a la bella mujer, a quien asegura que no se cansaba de contemplar.

A “La dama esbelta de la calle Urrea”, otros la conocen como “La muchacha de cuerpo de tentación y cara de arrepentimiento” | Foto: Cortesía Pixabay

Según cuenta, la mujer aparentaba alrededor de 20 o 22 años de edad, muy joven, y que incluso le extrañó a Don José María que anduviera sola a esa hora de la noche, por la calle Urrea; en una zona que cabe precisar era considerada como solitaria en los años 30’s.

“Mil pensamientos cruzaron por mi mente, y en mi razonar atropellado llegué a la conclusión que se trataba de una mujer liviana que salía de casa a esas horas, dispuesta a encontrar a un hombre con quien pasar la noche y recibir por sus favores unos cuantos pesos con los que se hacía vivir ella y su familia, la tenía”.

El hombre, cincuentón, como él mismo se describe, relata que pasó por su mente hacerla su novia, pese a la gran diferencia de edad, y es que le atrajo demasiado la juventud y belleza de aquella esbelta mujer, a quien vio por primera vez en la calle Urrea.

“…casarme con esa mujer joven y bella aunque yo ya estuviera un tanto fuera de edad. Decidido a todo aceleré el paso dispuesto a colocarme a su lado, saludarla con atención y luego sacarle platica que sería el preludio de nuestra relación amorosa”.

Seguía avanzando y ya estaba a tres pasos de ella, pero parecía que no lograba darle alcance, lado a lado, como él soñaba aquella noche. Mientras Don José María parecía que iba forzado por alcanzarla, la esbelta mujer iba serena, sin apuros, ni precipitaciones, e incluso con valentía al caminar a esa hora.

La historia ocurre en el famoso Barrio de Tierra Blanca, de los asentamientos más antiguos en la capital duranguense | Foto: Cortesía Pixabay

“No supe cuántas cuadras caminé siguiendo a aquella mujer de cuerpo sensual y escultural, y solamente recuerdo que fue exactamente en la cuesta o subida de la calle cuando le di alcance, y enloquecido por mis pensamientos de lujuria, antes de hablarle, quise tomarla de la cintura, porque yo quería sentir su cuerpo cerca de mí”.

Ya cerca de él pudo notar que el cabello ondulado de la mujer caía debajo de los hombres, y eso le impedía ver su cara. Pero, dijo, la proporción de su cuerpo y gracia al andar lo llevaron a creer que era de rostro delgado, apiñonado y angelical.

De pronto, hizo lo que había pensado, poner su mano en la cintura de ella. Así, la guapa mujer volteó, dando oportunidad a que el hombre cincuentón de la leyenda la pudiera contemplar.

Pero… “no tuve tiempo de mirarla, como fulminado por un rayo caí al suelo y permanecía tirado en aquel sitio toda la noche”.

Narra que por la mañana despertó, aquel día de mayo, y entonces se dio cuenta que permanecía en la calle, sobre el suelo. Creyeron otras personas que se le habían pasado las copas, y que no alcanzó a llegar a casa.

¿Qué pasó? “Antes que nada, luego recordé lo que había pasado la noche anterior y mi cuerpo se llenó de escalofrío y espanto, al recordar la cara de la muchacha a la que había intentado tomar de la cintura. Era un esqueleto, una calavera sin ojos, sin nariz, y sin mejillas, que me causaba pavor y espanto recordarla”.

En medio del susto, a nadie quiso contarle, pues tenía otro miedo, que lo fueran a juzgar como un loco, pues él mismo incluso dudó. Se cuestionó si todo había sido un sueño.

Hasta que un hombre más joven, a quien se refiere como Don Cristóbal, contó lo que sucedió y también se desmayó al verla.

Enseguida se corrió la voz, siendo así que muchos trasnochados pasaron por lo mismo, ver a medianoche a la mujer esbelta, caminando por la calle Urrea.

Aún, después de décadas de sucedida la historia, asegura que hay quienes siguen manifestando que han visto a la misteriosa mujer, incluso a varias horas.

“La dama esbelta de la calle Urrea” sigue transitando por ahí, su calle, pero ya no encuentra quien la sigue, pues asegura Lozoya Cigarroa que “quienes han escuchado la leyenda, no se atreven a seguirla, se antiguan, reza y cambian de calle”.

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