Dicen algunos que sobre la carretera entre Nombre de Dios y Durango han observado a un niño, que en ocasiones hasta accidentes provoca porque los conductores de auto buscan esquivarlo. ¿Te ha pasado que vez a este menor sobre la rúa?
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Se trata de una leyenda que incluye Manuel Lozoya Cigarroa en su libro Leyendas y Relatos del Durango Antiguo, quinta parte. Exactamente en la página 47 comienza a narrarse la historia de una familia que viajaba por la carretera panamericana en el tramo Nombre de Dios-Durango.
“…acabábamos de pasar el puente del río de Los Melones, cuando de pronto mi esposo frenó la camioneta en forma por demás violenta y casi salimos disparados. Mi pequeño bebé se hizo una herida con el tablero del frente”.
Se explica que la señora en cuestión preguntó sobre qué fue lo que pasó para tan repentina parada, a lo que su esposo le respondió que un niño se atravesó. En ese momento la mujer voltea y efectivamente alcanza a distinguir a lo lejos la silueta de un niño.
Según lo describen, el menor de edad tendría entre cinco y seis años, quien vestía un pantalón y camisa de manta, con el pelo un poco largo y despeinado. Además se refieren a él como un niño con rasgos mestizos dulces, con ojos grandes.
“Mi esposo bajó del vehículo, era noche cerrada y aparte de la luz de los faros, no se veía más que oscuridad. Yo también bajé dispuesta a llamar la atención a aquel niño tan imprudente que tan lejos andaba de su casa. Con sorpresa vimos que se había ido, le gritamos pero nadie respondió. Todo era soledad en aquella hora de la madrugada”.
En medio del nerviosismo, se narra que la pareja decidió volver a La Villa de Nombre de Dios, justo a una fonda que habían visto al pasar por primera vez, antes del incidente. Estaba abierto el lugar que era atendido por una mujer de la tercera edad, quien vendía menudo y café.
Mientras los niños se quedaron dormidos en el automóvil, los esposos bajaron al lugar donde comentaban entre ellos sobre lo sucedido minutos antes con el niño sobre la carretera. La mujer que vendía el menudo no dudó en unirse a la conversación, pues tenía ella algo importante que decir sobre aquel menor de edad. Les cuestionó si en realidad no sabían quién era aquel niño, pues hay una historia detrás, la cual ocurrió hace muchos años atrás.
“Don Juan González, un buen hombre, nacido en Zacatecas, se vino en busca de trabajo al Malpaís. Iba rumbo a Durango, pero le gustó el paisaje y el clima y aquí se quedó; no venía solo, lo acompañaba su pequeño hijo de escasa edad, pues recientemente había quedado viudo. Entró a trabajar de peón en la casa de don Higinio Soto, cerca de la Iglesia de Jesús”.
Su hijo fue bien recibido por aquella familia, que incluso se encariñó con él; pero eso no le gustó a don Juan González, pues sintió miedo que le fueran a quitar el cariño de su hijo.
Finalmente dejó ese trabajo por celos, por lo que se fue a laborar en la Fábrica de la Constancia, de Hilados y Tejidos. Pero, nuevamente le llegaron los celos, por lo que nuevamente se fue en busca de trabajo, partiendo hacía Durango.
En el camino, a media jornada se detuvieron para descansar y comer algo. Iban en silencio, como siempre que ambos estaban juntos. De manera inesperada el niño se alejó y se escondió. Don Juan González lo buscó el resto de ese día, y el siguiente, pero no pudo encontrarlo.
La leyenda cuenta que decidió entonces volver para buscarlo en la casa donde él trabajó y habían tratado bien a su hijo. Desafortunadamente no estaba, no había ido por ahí. Aunque sí hubo algunas vecinas que decían haberlo visto. El señor siguió buscando por varios días, semanas, meses, y no dio con su hijo.
“Según decían quienes lo ayudaban en su búsqueda, cerca del río Los Melones habían hallado los restos del niño que tal vez quiso regresar a casa de quienes le habían dado el calor del cariño, y algún lobo de los que abundaban por esa región lo había atacado”.
Fue mucho tiempo en que lo buscó, pues se negó a creer que los restos irreconocibles que habían hallado fueran de su hijo. Finalmente se murió cansado de buscarlo y arrepentido de su mal proceder.
Desde entonces los lugareños contemplan durante la noche a ese pequeño niño vagando eternamente, aseguran que busca el cariño y amor de personas extrañas.
La leyenda termina señalando que muchas personas refieren que en las noches sin luna lo han visto, y lo describen como un alma pequeña en busca de afecto.