Para esta leyenda es necesario situarse en lo que ahora es el Templo de San Juan de Dios, sobre la denominada calle Pino Suarez, que, según cuenta en su libro de Leyendas y Relatos de Durango Antiguo -Tercera Parte, Manuel Lozoya Cigarroa, en años pasados se le conoció como calle San Juan de Dios, precisamente.
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Fundado en 1595 como capilla del Hospital de la Santa Veracruz, se trató de uno de los lugares de oración más antiguos de la ciudad de Durango. Fue la primera institución de asistencia social que existió en la provincia de Nueva Vizcaya, y que después se llamó Hospital San Cosme y San Damián, enseguida también se le llamó Hospital de los Pobres y Hospital de San Juan de Dios.
Pero, ¡atención!, porque el templo como se le conoce actualmente data del 26 de julio de 1729, fecha en que el señor Obispo don Benito Crespo, bendijo tanto la capilla como el convento de San Juan de Dios que en ese lugar existió, en aquel momento.
El escritor señala en su libro que se desconoce si fue por ese tiempo o en época más reciente, cuando en el mencionado templo se dio el hecho insólito que da paso a esta leyenda, Las citas nocturnas del padre Toño.
Trasciende entre los vecinos de la zona que todos los días a ciertas horas de la noche se escuchan sonar los viejos goznes de la puerta mayor del templo y miran salir o entrar al padre Toño, cuando ocurre a sus citas nocturnas y con las Ánimas.
“Este venerable sacerdote fue conocido y apreciado en la ciudad de Durango por su mansedumbre, su bondad y los múltiples atributos de santo varón que lo hicieron querido y respetado de propios y extraños. Caminaba por las calles de la antigua ciudad con la vista baja y otorgaba bendición a todos los que se encontraba a su paso, ayudaban a los menesterosos y entregaba palabra de aliento a quienes les pedían un consejo”, escribe Lozoya Cigarroa.
Y enseguida narra que un día, cuya fecha se perdió en el tiempo, los parroquianos y trasnochadores nocturnos empezaron a advertir que todos los días a ciertas horas de la noche se miraba salir o entrar al templo de San Juan de Dios al padre Toño.
Al principio se consideró natural y se relacionaron esas visitas nocturnas al templo, con asuntos o compromisos del ministerio sacerdotal. Unos decían que era porque había olvidado su breviario de oraciones, otros porque iba a sacar hostias para dar la comunión a alguna persona enferma; y no faltaban los que consideraban que iba a sacar los Santos Oleos para otorgarlos a un moribundo.
Las especulaciones y rumores aumentaron y algunos vecinos se pusieron a vigilar el paso por la calle del sacerdote, más o menos a la misma hora de la noche como si tuviera una cita concertada con alguien. El sereno que hacia la guardia nocturna, la comadrona que asistía a las enfermas de parto, el borrachín trasnochador, el enamorado que cubierto con el velo de la noche atendía las citas con su amada o el velo de la noche atendía las citas con su amada o el hombre y mujer que por razones imprevistas.
Las citas nocturnas del padre Toño se seguían dando noche a noche, por lo que se consideraba demasiada coincidencia. Así que los malos pensamientos empezaron a proliferar en el vecindario con la maleza cuando invade el terreno de cultivo.
“La calumnia y el vituperio penetro a los hogares envenenó a los buenos corazones y mil suposiciones surgieron para dar explicación a las visitas nocturnas del sacerdote al templo. No faltó quien aseguro que así como el padre entraba y salía del recinto sagrado a ciertas horas de la noche, también una mujer joven lo hacía antes o después del clérigo. Los comentarios negativas de las malas lenguas llegaron a oídos del señor Obispo, quien con energía y buenas palabras amonesto severamente al sacerdote, anunciándole que lo cambiaría de ese templo”.
El sacerdote no pidió ni dio explicación alguna, recibió con su mansedumbre el regaño, al mismo tiempo que gruesas lagrimas surcaron sus mejillas acompañando a su profundo silencio. Todo se supo en la pequeña comunidad que constituía el Durango de ese tiempo, sin embargo, las citas nocturnas del clérigo continuaron y los comentarios perversos aumentaron.
Tres rufianes, que se habían propuesto a seguir de cerca los pasos del sacerdote para exhibir y hacer público su adulterio, un día de tantos, dispuestos a conocer la dama con la que según ellos tenía entrevistas maritales el padre Toño, asistieron al rosario de la tarde y después de esconderse en los confesionarios, se quedaron ocultos dispuestos a descubrir la mala conducta del ministro.
El templo se cerró y la oscuridad invadió al local por todas partes, imponiendo temor en los intrusos. El silencio del sacro recinto de bribones y las estatuas solemnes de los santos se dibujaban en la oscuridad, parecía que se movían de su sitial, como queriendo expulsar del lugar a los perversos investigadores.
Después que el reloj de la Catedral sonó una a una las 12:00 de la noche, el ruido de la chapa de la puerta mayor, anunció la llegada del padre Toño y en ese momento los intrusos se frotaron las manos al considerar que estaban cerca de presenciar el adulterio dentro del templo.
Los viejos goznes rechinaron quejumbrosos cuando la puerta se cerró y el padre con una bujía encendida en la mano se dirigió al altar mayor. Llegó calmado y solemne, colocó la vela en un candelabro y con la vista fija en el crucifijo que tenía al frente, se santiguo devotamente y empezó en voz alta y pausada a rezar un rosario a las animas.
Los insolentes espías seguían en la oscuridad protegidos por las sombras y su maldad y con la débil luz de la única vela encendida en el altar, a lo lejos contemplaban los movimientos del sacerdote, quien de cuando en cuando se les borraba por la penumbra de la distancia. Enorme fue su sorpresa cuando el sacerdote rezó la primera: "Dios te salve María llena eres de gracia el Señor es contigo, bendita eres entre las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre Jesús."
Los malos hombres escucharon en enorme coro de voces que contestaba: "Santa María madre de Dios, ruega señora por nosotros los pecadores hora y en la hora de nuestra muerte amen".
Ellos sabían que el templo estaba vacío de fieles y no era posible que sucediera lo que estaban escuchando, aun así escuchaban cerca de ellos el coro de voces de aquel rosario.
En su enorme miedo extendían los brazos desesperadamente esperando tocar a las personas cuyas voces escuchaban cerca de ellos y no tocaban a nadie. Su angustia su miedo y su desesperación eran enormes al escuchar que el sacerdote seguía rezando y aquel enorme coro de voces contestando. No soportaron siquiera a que terminara el primer misterio de aquel rosario, victimas del pánico y pavor incontrolable, lanzaron un grito y cayeron desmayados al suelo los tres al mismo tiempo.
El sacerdote interrumpió su oficio y fue a ver qué era lo que sucedía, descubriendo que dos de ellos se encontraban muertos y uno que fue el que conto la historia conservaba la vida y arrepentido pedía perdón por su falta. Unos cuantos días después el muchacho murió y al poco tiempo también el padre Toño dejo de existir.
Así, los vecinos cambiaron de lugar, pero todas las noches rechinan los viejos goznes de la puerta principal, cuando ésta se abre, dando paso a la presencia del padre Toño que llega a su templo de San Juan de Dios, para cumplir con sus citas nocturnas con Dios y con las animas.