Historias sobre tesoros hay muchas en Durango, y ésta es una de ellas. Se trata de la leyenda denominada “El puerto de las carretas”, misma que se desarrolla en el denominado Camino Real de Tierra Adentro.
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Para empezar con esta historia es importante primero aterrizar en el escenario del siglo XVIII, cuando la economía se basaba principalmente en la minería; en la explotación de minas de plata y oro.
En la misma época se tenían medios de transporte considerados como rudimentarios, por ejemplo carretas que eran estiradas por mulas, o atajos de estas bestias que en su lomo con aparejo transportaban los metales y demás productos. El transporte de las minas se volvió víctima de asaltos e incluso asesinatos.
Ahora bien, esta leyenda sucede en la ruta el Camino Real de Santa Fé, Nuevo México, a la capital del Virreinato, también llamado Camino Real de Tierra Adentro. Camino que pasaba por la depresión montañosa denominada Puerto de las Carretas, que se ubica en el actual municipio de Cuencamé entre la cabecera municipal y la población de Pasaje.
Por aquella zona era trasladado un fuerte cargamento de barras de plata y oro; se trataba de incluso más de 100 piezas provenientes de Parral, Topia, Guanaceví, Promontorio, Magistral, Indé, etc.
Era mediante un convoy de cuatro carros tirados por mulas y custodiados fuertemente por 16 hombres bien armados y montados, que hacían el traslado de este cargamento de metales.
La leyenda dice que en uno de los viajes, en las inmediaciones entre San Pedro del Gallo y Cuencamé, fueron asaltados por bandoleros, generándose un enfrentamiento. Sabiendo del gran cargamento que se trataba, no se dieron por vencidos y fue así que comenzó una persecución.
Los encargados de transportar el oro y la plata fueron advertidos que seguían su rumbo con la intención de robarles, por lo que aceleraron el paso. Su idea entonces era llegar a Zacatecas, donde estarían de forma segura. Seguía la persecución.
Cuando arribaron al Puerto de las Carretas ya no podían dar un paso, de tal manera que decidieron tomar un descanso. Pero, al saber que los bandoleros les darían alcance y los despojarían de todo el cargamento, decidieron esconderlo. Enterraron el cargamento.
De esto se asegura que fue precisamente en el lugar donde se forma el Puerto; enseguida, de manera inteligente, borraron todo vestigio.
Ya se preveía, y así fue. Durante la medianoche cayeron los asaltantes y arrasaron con todo buscando desesperadamente el valioso cargamento.
Pero, supieron que éste “desapareció”, pues fue escondido, en venganza asesinaron a todos los conductores, escapando de ser muerto un mozo quién llevó la información del crimen a Cuencamé, únicamente que éste no supo dónde se encontraba el entierro.
Los soldados virreinales que levantaron el campo, los mismos bandoleros y la población pacífica de la región, se dieron a la tarea agotadora de buscar y encontrar el lugar donde se había enterrado tan crecido tesoro.
La búsqueda fue infructuosa y ha seguido siéndolo después de dos siglos de pesquisas, lo cual manifiesta que en el Puerto de las Carretas sigue oculto el enorme tesoro de más de 100 barras de oro y plata que constituían los quintos reales de una aportación tributaria, que espera que un hombre de suerte lo descubra.