Sobre la calle Aquiles Serdán, en la Zona Centro de Durango, se encuentra ubicado actualmente el Museo de Arte Moderno Guillermo Ceniceros, “…un espacio que vive entre la leyenda y el arte, pues conviven ahí estos dos elementos”: Javier Guerrero Romero, historiador duranguense.
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Pero, la historia de este tipo chalet europeo inicia muchos años atrás, alrededor del siglo XX, cuando se mandó construir en una gran manzana una casa de campo para un empresario alemán que vivía en Lerdo.
La construyó Estanislao Slonecky, un ingeniero-arquitecto que llegó a residir a Durango a fines del siglo XIX, e hizo muchas obras, con un estilo muy europeo en sus construcciones. Él edificó esta casa de campo a la que se le conoció como El Sabino. Era un gran bosque, y se le conocía así porque tenía un gran sabido, un ahuehuete impresionante.
“Realmente la construcción del Sabino iba desde la calle Canoas, hasta Negrete, y desde Fénix, y a Dolores del Río, todo eso era una sola manzana, enorme, era la manzana de El Sabino, y tenía un bosque”.
Enseguida se fraccionó el lugar, se retiraron árboles y construyeron casas. Según la historia y cronología, entre los años 30’s y 40’s, este espacio fue comprado por la compañía del Cerro de Mercado para que fuera la residencia del gerente, más adelante fue un colegio, específicamente un internado de señoritas, esto entre los 60’s y 70’s.
A principios de la década de los 70’s, ahí se instaló el Promedac; en ese lugar inició sus funciones. Pero más adelante, este inmueble fue adquirido por el Gobierno del estado, y construyó ahí el denominado Velatorio de El Sabino, que funcionó así durante muchos años y como propiedad de la Dirección de Pensiones.
“El Gobierno del estado construye como parte del servicio para los trabajadores del estado, de la Dirección de Pensiones. Como una prestación construye el panteón, el velatorio, una farmacia y un supermercado”.
El panteón a la salida a Parral, la farmacia y supermercado en Constitución y Coronado, donde recientemente se habilitó para un Centro Multipago; además se construyó un segundo velatorio en Gómez Palacio, donde compraron un chalet como el de El Sabino para ello.
Con el tiempo dejó de ser rentable la operación de estos servicios que daba y se establecen convenios con las funerarias para mantener las prestaciones a la plantilla trabajadora; entonces, se determina cerrar El Sabino, el velatorio, lo cual sucedió a mediados de la década de los 90’s.
- El lugar quedó mucho tiempo solo, y finalmente se decide convertirlo en el Museo Guillermo Ceniceros, alrededor del año 2013.
El espacio que funcionaba como florería, en el mismo inmueble, fue dedicado más adelante en oficinas de Pensiones, y finalmente se convierte el lugar en una cafetería, la cual está en funciones actualmente.
Percepción
El historiador reconoció que fue señalado el lugar bajo el estigma de miedo, al haber sido un velatorio, esto sobre todo por las generaciones intermedias, a las cuales les tocó acudir por el fallecimiento de un ser querido. Esto no fue tanto en las generaciones más jóvenes, que no alcanzaron a conocer que ahí fue funeraria.
“…a partir de ahí hay muchas historias de ánimas que están ahí purgando y demás, y a eso agrégale que se hace una película de terror, y que se hace ahí no porque haya sido una funeraria, sino porque era el escenario idóneo. La casa, este tipo de chalet europeo, se prestaba y daba todos los elementos escénicos para la película”.