Cuando la noche cobija la ciudad de Durango, puedes ver en lo más alto de la torre de Catedral a una monja que está a la espera de su amado, quien le juro amor eterno y jamás regresó por ella.
La historia ha pasado de generación en generación, la mayoría de los durangueses han crecido escuchando este relato, pero como cualquier otra leyenda, con el paso de los años las personas le han agregado u omitido detalles.
Un día Durango se cubrió de imponentes valles y calles empedradas, donde las familias paseaban en carretas jaladas por caballos y acudían cada domingo sin falta a la misa de mediodía en la majestuosa Catedral.
Corría el siglo XIX, en México vivíamos un momento bastante complicado pues estaba a punto de comenzar la segunda intervención francesa. Y la ciudad de Durango poco a poco comenzó a verse invadida por soldados franceses.
En medio de este caos se escribiría una trágica historia de amor, la de Beatriz, una joven duranguense devota de Dios, quien según relatan destacaba por su gran belleza, provenía de una familia acomodada y rica. Su fe era tan grande que optó dedicar su vida a la iglesia.
Sus padres aprobaron la decisión, orgullosos les presumían a sus amigos y decían que era mejor verla casada con Dios que con un hombre que no estuviera a su altura.
Pronto ingresó a un convento local, pero no pasaría mucho tiempo para que este cerrara sus puertas. Devastada la joven regresó a la casa de sus padres, quienes vivían cerca de la Catedral.
Lamentablemente ambos habían muerto y durante un tiempo vivió sola. Una noche bastante fría y solitaria, alguien llamó a la puerta de Beatriz, con miedo abrió y encontró a sus pies a un soldado francés herido, quien le imploró por ayuda y un refugio.
La joven temerosa se negó, pero el soldado desenfundó su espada y la amenazó, por lo que tuvo que ceder. Beatriz lo curó y lo escondió durante semanas, y poco a poco ambos se enamoraron, a tal punto que empezaron a planear su vida juntos.
Pero una vez más el destino sorprendería a Beatriz, pues su amado Fernando debía marcharse junto con su ejército, al verla destrozada, el joven le juro que regresaría para desposarla y hacer realidad sus sueños.
Ninguno de los dos imaginó que esa despedida cambiaría el rumbo de su vida para siempre. Aunque Fernando intentó muchas veces regresar a la ciudad, este fue asesinado.
Beatriz nunca se enteró de la noticia y cada noche ilusionada subía hasta la parte más alta de Catedral, para observar cuando regresara su amado y darle la noticia de que estaba embarazada.
Una mañana, puntualmente llegó el encargado al templo y cual fue su sorpresa al descubrir el cadáver de Beatriz a los pies de la iglesia.
Hasta el día de hoy nadie sabe si fue accidente o suicidio, pero según cuentan algunos duranguenses, la noche en la que murió ella subió a la torre y en un momento de emoción creyó que era Fernando, por lo que tropezó y cayó.
Lo que es verdad es que la monja vigila cada noche el regreso de su amado, su figura se distingue en las alturas del templo, sobre todo en las noches de luna llena.
Observar a la monja de Catedral: una tradición en Durango
Como en cualquier otro estado, en Durango las leyendas se han convertido en parte de la cultura e incluso historia de sus habitantes.
Quién no recuerda haber asistido un domingo por la noche a la Catedral para buscar entre sus columnas a la icónica monja.
Si pones atención lograrás observar la “aparición” de la mujer en la columna izquierda, justo donde se unen ambos arcos, por el lado de la calle Constitución. Se trata de un juego de sombras, casi una ilusión óptica de la cual muy pocos han logrado ser testigos.