La Cuaresma es la oportunidad que la Iglesia católica ofrece para ir avanzando progresivamente en el conocimiento y aceptación de Jesús, aquel hombre que vivió en Nazaret de una forma peculiar, pero ese hombre es el Hijo de Dios que viene a ofrecer la plenitud de la vida. Solo quien se encuentra con Él puede proclamarlo como su Señor en la Solemnidad de la Pascua.
Así hace referencia el arzobispo Faustino Armendáriz Jiménez en el tercer domingo cuaresmal, donde el mensaje de este día en el Evangelio presenta dos detalles que obligan a completar la lectura comunitaria con una lectura más personal.
El tema central no es ahora la fundación de una comunidad, sino la relación estrecha de cualquier creyente con él. La persona que tiene su sed material cubierta, aunque sea con el esfuerzo diario de buscarse el agua, pero que siente una distinta, una insatisfacción que sólo se llena mediante el contacto directo con Jesús y la fe en él.