Segunda de dos partes.
Luego de platicar su paso por instituciones educativas, su introducción al mundo deportivo del cual sigue siendo parte, y su arribo a El Sol de Durango, Pedro Rocha y Sida habla en esta segunda parte, como reportero experimentado, de sucesos que impactaron a los duranguenses como el caso del homicidio de un sacerdote católico que motivó el interés de los medios nacionales, además de las hoy denominadas “fake news” que hicieron anécdota.
Desde luego no todo es drama en la remembranza del redactor, y cita por ejemplo su amistad ni más ni menos que con John Wayne en términos de la época en que Durango se convierte en la Tierra del Cine, donde como parte de sus hazañas, “le salva la vida al mismísimo Agente 007”.
Como se indica al principio, el biografiado narró para las páginas de El Sol o fue testigo, de algunos de los sucesos que conmocionaron Durango.
El primero de éstos, en una celebración del día del árbol, una avioneta Cessna sobrevolaba el parque Guadiana. Desde la nave dejaban caer pequeñas bolsas con semillas sembrando simbólicamente árboles. En un momento dado un ala del vehículo topó con espigado como alto álamo, para perder el control y venirse a pique. Pedro pudo observar el vuelo final del avión en llamas, que paró su viaje precisamente en la curva sureste de la pista atlética de este parque, donde el fuego devoró fuselaje y pasajeros. Ahí perecieron tres personas, incluyendo al capitán de apellido Blanco.
Curiosamente algunos de estos percances, también han sido aéreos. El otro fue aquel accidente en el que el capitán piloto aviador Raúl Salinas, entonces jefe de Ayundantía del gobernador Páez Urquidi, perdió a sus hijos Edmundo y Raúl, quienes viajaban en un helicóptero del Gobierno del Estado pilotado por el capitán Gilberto Manzano, quien también pasó a mejor vida.
Más tarde, el protagonista sería el propio gobernador Alejandro Páez Urquidi, quien de igual forma al viajar en helicóptero en un momento dado se vino abajo la nave. Por fortuna las maniobras adecuadas del capitán fueron suficientes para que registraran solamente daños materiales.
Histórico el dato sin duda: dos percances aéreos en un mismo sexenio.
A finales de 1982, para ser precisos el 26 de diciembre, con un temporal sumamente difícil marcado por fuerte viento, precipitaciones pluviales copiosas y frío, Fausto Guerra Barrena, funcionario del Gobierno del Estado decidió hacer el viaje hacia el puerto de Mazatlán vía aérea. Nunca llegó, su nave colapsó a media ruta.
En 1996, una nave de mayor envergadura se estrelló en la región de las quebradas, perdieron la vida 16 personas, todos empleados de Minas de Bacís.
Hay más percances de este tipo, empero, estos son de los más recordados.
Desde luego las “fake news” ya existían y en una ocasión perdió la vida todo un equipo deportivo estudiantil proveniente de Estados Unidos que hacía el viaje por tierras duranguenses. El infortunio ocurrió, según narraron con todo detalle las notas periodísticas en las cercanías de Santa Lucía, en el municipio de Canatlán. Se armó el relajo en grande, la nota le dio la vuelta al mundo, empero, luego se aclaró que no hubo tal. En El Sol no pasó de la suspensión tres días al reportero y al jefe de información, que todavía no era Pedro.
Una nota verdadera que le tocó reportear a Rocha fue aquella en la que un camión de la línea Monterrey-Saltillo se salió de la cinta asfáltica precisamente en el Espinazo del Diablo. Once personas fallecieron.
Luego, un día 2 de febrero, día de la Candelaria, 23 decesos. Un camión de pasajeros de la línea llamada Zacatecanos se impactó contra un cerro en las fatídicas siete curvas de Nombre de Dios.
Una más dramática: La muerte del sacerdote católico José Soledad de Jesús Torres Castañeda en marzo de 1967, quien hizo el viaje desde Sonora a Durango para participar en el cantamisa de su amigo también clérigo Rafael Gaitán Corral, en Peñón Blanco. Hizo el periplo a bordo de su lujoso Ford Galaxy 500 modelo 66, en el cual desapareció durante varios días. Se supo luego que había sido secuestrado y sus verdugos le arrancaron la vida de un tiro en la cabeza, para luego enterrar el cuerpo en un paraje de Pueblo Nuevo.
Desde luego no todos fueron dramas. Es menester anotar que a Pedro Rocha le apasiona el tema clerical y recuerda como si fuera ayer la información que le tocó redactar de la toma de posesión de Antonio López Aviña como arzobispo de Durango, misma que se dio luego del deceso de José María González y Valencia, ocurrido en 1960.
Entonces se involucró amistosamente de manera importante con el polémico López Aviña, visitaba el Seminario Mayor con alguna frecuencia y conoció a algunos seminaristas, como a aquellos jóvenes de nombre Norberto Rivera Carrera y Héctor González Martínez.
Pedro se despide de la jefatura de información de El Sol con otra nota dramática que cimbra a la sociedad, la muerte, también en accidente aéreo, de Hugo García Cornejo, representante del INE en Durango.
Como es sabido, Rocha ha asumido diversas facetas en su vida. En la de músico, en una ocasión le tocó “salvarle la vida” ni más ni menos que al agente 007. ¿Lo cree?
Entonces tocaba el piano en el Motel Campo México Courts. Ahí llegó a invitación de Ángel González Treviño, propietario de ese negocio.
Era la mejor época del cine en Durango. Filmaba aquí Sean Connery, actor de varias cintas del 007 y durante un día de descanso éste disfrutaba los alimentos en el restaurante del México Courts. En un momento dado, desde luego fuera de rodaje, en el recinto irrumpe un americano de color y de dos metros de estatura, quien de manera airada reclamaba algo al James Bond. La cosa se puso difícil. El actor norteamericano increpó al escocés, quien ni se inmutaba. Colérico, el recién llegado tomó la loza de la mesa y la estrelló con el piso. Es entonces que aparece en la escena Rocha y Sida, quien suspende la tocada al piano y haciendo uso de su credencial de policía llamó la atención del agresor mostrándole la placa. La respuesta de aquel fue inmediata, respetuoso de la figura representante de la ley, formado en la cultura estadounidense, simplemente ofreció disculpas y puso pies en polvorosa. Entonces, con el carácter británico, seco, prácticamente inexpresivo, Connery simplemente dijo gracias a su salvador.
Entonces el redactor cubría la policiaca para El Sol. Se hizo muy cuate de Ernesto Arrieta Corral, jefe de la corporación, quien le obsequió la identificación de la que trata su hazaña con Connery. Entonces era común tener una acreditación oficial.
Por cierto que antes de este incidente, precisamente buscando entrevistas con actores, Pedro se encuentra en el citado restaurante con mesas vacías, ve el piano, se sienta, y en su conocida osadía, teclea. Al ver llegar a alguien, como resorte abandona el asiento, empero aquel personaje le pide que toque. La respuesta fue negativa, pues no había permiso para hacerlo. Aquel personaje era el citado Ángel González Treviño, dueño de aquel complejo y ahí comenzó una historia de música en piano de casi una década en el lugar.
Ahí el joven reportero trató a gente de cine de la talla de John Wayne y se jacta de haber tenido su amistad. Le tocó decenas de veces melodías como el tema de Casablanca, A través de los años. El actor clásico del western chiqueaba a los “pericos”, como aún se conocen los hijos de Rocha y Sida.
En la visita de Carol Wojtyla a Durango, en mayo de 1990, Rocha por enésima vez hizo gala de sus dotes para burlar cercos de seguridad. Se ubicó en las inmediaciones de la Catedral Basílica Menor sin contar con la identificación especial, precisamente en el lugar donde llegaría el Papa Juan Pablo II. Le llevaba un ejemplar de Diario de Durango calientito, recién tirado. La portaba en la bolsa interior del saco. Cuando tuvo al líder del catolicismo en el mundo frente a sí, prefirió no sacar los periódicos. Pensó que el movimiento pudo haber sido malinterpretado por los guardias. Recordó que años atrás el turco Mehmet Ali Agca intentó asesinar al pastor universal de la Iglesia Católica.
Otra de las caras de Rocha es la de comisionado de box y lucha libre del municipio de Durango, cargo honorífico que cumple desde la década de los 70.
Una más fue la de policía vial. Aquí fue inspirado por un tránsito que hizo época: Ángel Martel, a quien vio enfundado en elegante uniforme y montado en su motocicleta y se propuso ser como él, al menos vestir como él y lo logró con creces, incluso hizo carrera en Vialidad. A Ángel le apodaban el “Pérdidas” y esa palabra se le pegó para toda la vida, se convierte en frase propia de Pedro: “puras pérdidas”.
En esta parte aparece la figura de José Herrera Lugo, jefe de Vigilancia, quien siempre traía consigo un palillo de dientes. Al conocer las aspiraciones del joven, ordenó sin chistar “pásenle las garras a Pedro” y se las entregaron en una bolsa de papel del Café Puerto Rico, y aquel vistió por primera vez el uniforme de agente de Vialidad y lo hizo por muchos años, de alguna manera “a la sorda” para El Sol, redactaba una nota y luego un rato dirigía el tráfico sobre el “cajoncito”.
Una ocasión caminaban por el centro histórico Daniel Ramos Nava y “Nepo” Romero. Al verlo, el director de El Sol le inquirió “¿y usted qué?”. Nepo le informó que era agente de tránsito. El dato no pasó a mayores.
Por cierto que vale la pena comentar que nuestro biografiado heredó el gusto por la música de su padre, don Eliseo, quien era maestro de esta materia, sin embargo el alumno aprendió de oído, reforzado por las instrucciones del profesor Cleto Villarreal.
En su ciclo de maestro-alumno de Educación Física, fue invitado por una monja a impartir la materia al colegio Miguel de Cervantes Saavedra. Entonces, entre sus alumnas, conoció una guapa jovencita de nombre Gloria Espinoza, la colocó presto de abanderada de la escolta; ella posteriormente pasaría a ser de Rocha y Sida, el amor de su vida, “la Manzanita”.
Otro pasaje importante es relativo al Movimiento del 66. En una ocasión, decenas de estudiantes irrumpieron el edificio de El Sol de Durango, en Negrete y Zaragoza. Además de dilapidar ventanas, integrantes de la torva estrellaron máquinas de escribir contra el piso, reclamaban que no fluía la información. José Castro, entonces responsable de circulación, colérico por el atentado quiso defender la causa y sacó un cuchillote, mismo que no hubo necesidad de utilizar pues entonces intervino con sus buenos oficios el director Ahumada, que calmó los ánimos.
Otra anécdota conocida de Pedro, una “fake news” más, es aquella en la que armó una nota de primerísimo nivel y la entregó al jefe de redacción relativa a un concierto que se ofreció en el Ricardo Castro. Ya tarde, cuando regresó al periódico, don Rodri le preguntó cómo le había ido en aquella gala. Respondió que magnífico, que observó como el público aplaudió de pie tan magistrales interpretaciones, etcétera. Entonces, el jefe le preguntó “¿Entonces, qué hacemos con esto?” Era una carta de aviso en la que se suspendía el recital por causas de fuerza mayor. Tres días de descanso correspondieron.
Pedro y Nepo Romero armaron buena amistad, en algún tiempo uña y carne. Cantaban ocasionalmente y fueron bautizados como Las Hurracas Parlanchinas. Interpretaban bien El sauce y la palma, Aquel amor y otras más. Eran muy aplaudidos.
Como pianista, tocó varios años en el restaurante Playa Azul de Constitución. Y ahora, en el Hotel Casablanca, donde cumple ya casi 35 años deleitando a comensales, luego de que don Fernando Durán lo invitó por tres días tras la partida de este mundo de Renato Romo. Comenzó los días lunes, martes y miércoles, luego jueves viernes y sábado y así, vacilando vacilando, después fue todos los días y hasta la fecha.
En lo deportivo, muchos años escribió la columna Kid Tabaco, especializada en el deporte de las orejas de coliflor, el box. Seguro, habrá de retomarla ahora.
En otro suceso de 1973, dentro del equipo de basquetbol en competencia de tiros libres y larga distancia. Eran parte de la escuadra Pedro de Busk, Nepo Romero, Jesús Valdez y otros. El Tapatío, que era el técnico, le ordenó entrar a la justa. Encestó 23 de 25 tiros, un récord que tiene vigente.
Aunque triste, Rocha se va de El Sol con el sentimiento del deber cumplido, sin embargo le interesa sobremanera conocer la reacción de la gente para consigo, sus amigos y conocidos. Recuerda una frase que tiro por viaje profiere Mariano Alvarado, quien manifiesta que los reporteros no tienen amigos, que quien tiene amigos es El Sol. Espera que las cosas no cambien.