A cinco años de la tragedia ocurrida tras el desbordamiento de la presa El Hielo, en la ciudad de Durango, el cabo José Juan Soto Galván recuerda que se encontraba en el servicio de Fuerza de Reacción, en las instalaciones del Campo Militar 5 de Mayo, cuando recibieron la orden de apoyar en las labores de rescate en este lugar pues debido a las intensas lluvias, había personas atrapadas.
De cara a la presentación del Plan DNIII-E que anualmente pone en marcha la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), cuyo objetivo es apoyar a las personas que se encuentran en situaciones de riesgo debido a contingencias ambientales, como en este caso las intensas lluvias que cayeron durante el 2016 en la capital duranguense, uno de los miembros de aquel equipo platica su experiencia.
Soto Galván, recuerda que a 200 metros del lugar debieron parar pues era imposible ingresar por la cantidad de agua que había en ese momento y se trasladaron caminando, pero la corriente del agua era tan fuerte que por momentos lograba detenerlos.
El cabo José Juan Soto relató que apoyó en el rescate de una familia que se encontraba atrapada cerca de su vivienda, cómo escuchó la voz de un hombre que les pedía ayuda para sacar a su familia, “en ese momento me desarmé y fui a ver lo que estaba pasando, ahí me encontré con un señor que pedía ayuda y al que le dije que estábamos haciendo todo lo posible por salvarlos”.
Recuerda haberse preparado con una eslinga amarrada a su cuerpo con la que cruzó el río que había formado el agua que bajaba de la presa con mucha fuerza. Ahí fue cuando pusieron en práctica todo lo aprendido durante su adiestramiento y sin embargo la realidad superó cualquier expectativa, pues debieron intentar varias veces para lograr cruzar el agua.
“A mitad del río, la corriente me volteó la camilla y yo quedé abajo, pero así me fui hasta cruzar. Una vez que estuve del otro lado, aventé la camilla y al llegar lo primero que vi fue a una niña”. Explica que fue la primera que él y sus compañeros lograron rescatar, mientras su compañero hacía lo propio con la mamá.
Sin embargo ella les insistía en que faltaban dos de sus hijos, una joven de 15 años y otro más de 18. Pero al ingresar, no muy lejos de ahí encontró el cuerpo sin vida del joven a quien a primera vista creyó vivo, pero al intentar levantarlo para ayudarlo a cruzar, estaba completamente suelto y pudo percatarse que su cuerpo ya no respondía.
Esa noche, Juan José fue testigo de una de las escenas más impactantes que le ha tocado vivir durante su servicio en el Ejército Mexicano. Le tocó enfrentarse a la muerte y ver sufrir a quienes habían perdido a un ser querido en medio de esa agua que arrastraba lo que se encontrara a su paso.
Después de sacar a la familia, encontraron a otras ocho personas atrapadas en el Puente Negro y aunque les pidieron rescatar el cuerpo de una persona que intentó salir, sintió impotencia y enojo al no poder ayudarlo, pues la oscuridad en la que se encontraban, les impedía ir más allá sin ponerse en riesgo ellos mismos.
En ese momento solo pensaba en ayudar a salir a quien lo necesitara “soy del Ejército Mexicano”, pero también pensó en su familia, a quienes no había visto en meses y desconocía en qué situación se encontraba en ese momento.
A la fecha no ha vuelto a saber nada de las personas a las que les salvó la vida, incluso asegura que no las reconocería si se las encontrara en la calle pues era de noche y en ese momento de tensión la gente no repara en los rostros.
“Me siento satisfecho de haber apoyado para mantener la vida de estas personas”, concluye el cabo durante su relato, y minutos después recordó como al siguiente día, una vez que el agua bajó su nivel, fueron encontrados los cuerpos de las personas que no habían logrado rescatar o que ya se encontraban muertas y habían sido arrastrados por el agua hasta zonas mayormente pobladas y el impacto que eso causó en muchos duranguenses.