CANATLÁN, Dgo. (OEM).- Ni un solo árbol vacío tuvo el paseo natural Caboraca ni la ribera del rio La Sauceda en su tramo presa Caboraca – comunidad El Presidio durante la tarde del viernes santo, con cientos de visitantes disfrutando del lugar.
Al realizar un recorrido por este sitio, envuelto con las aguas de la presa Caboraca y el río La Sauceda, la vigilante azul Sierra Madre Occidental y un clima muy agradable, se observó cómo cientos y cientos de familias hicieron suyo cada espacio disponible a lo largo del sinuoso río, con la corriente saliendo de la presa para ir a regar huertas y sembradíos aguas abajo.
Al pasar la pequeña cuesta que divide Canatlán con la comunidad El Presidio, desde el puente y por el camino sobre la ladera del cerro se miraba como las familias estaban “ acampanadas” a lo largo del tramo conocido como Las Tres Peñas y su río de aguas muy tranquilas y superficiales.
Desde Las Tres Peñas hasta La Canastilla se arremolinaban camionetas a un costado del camino y a un lado, personas disfrutando la sombra, alrededor del asador que despedía agradables aromas a carne, elotes, tortillas, así como hieleras que permitían ver que por bebida no habría calor.
Lejos quedaron aquellos días en que las tardes de la Semana Santa eran para reflexionar en el templo, acudir a los oficios o en casa estar en una rutina de silencio y recogimiento, sobre todo durante el viernes santo.
En la antigua represa y bajo la sombre del área arbolada, muchas familias más disfrutaba la tarde alrededor de las charlas y otros con música que vibraba en los modernos aparatos, no faltando parejas de jóvenes que bailaban a un costado del coche, la a camioneta, en una sana convivencia.
De vez en vez, vehículos de Protección Civil y Seguridad Pública Municipal recorrían los sitios en largos rondines, vigilando que la tranquilidad estuviera sin ser interrumpida, a favor del disfrute familiar del bello sitio.
Por el lado poniente de la presa Caboraca, entre el vaso hidráulico y las arboladas laderas de la sierra, el sitio parecía un gran campamento familiar, donde las pequeñas y nutridas humaredas hacían notar la presencia de bastos asadores haciendo su labor en favor de la gastronomía y el gusto de una sabrosa carne asada, en lo que fue una cálida tarde de viernes Santo en Caboraca.