TEPEHUANES, Dgo. (OEM).- Hace 101 años, el 1 de noviembre de 1922, los ojos de México estuvieron puestos en Tepehuanes, municipio del estado de Durango, por el juicio y fusilamiento al general Francisco Murguía, revolucionario carrancista caído en desgracia, luego del asesinato de su jefe Venustiano Carranza.
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"Tragedia Final, caída suprema", anunciaba a ocho columnas el semanario duranguense Pluma Libre, el sábado 4 de noviembre de 1922, dando a conocer el desenlace de la tragedia ocurrida en el lejano municipio de la sierra durangueña, en el región noroeste.
"El Presbítero Justo B. Cázares, de Tepehuanes, detenido, el convicto demostró valor y serenidad en los momentos supremos”, Con gran calma y fortaleza de espíritu hizo su testamento", rezaban algunos de los adelantos de la nota, que llenó toda la plana principal del llamado Semanario de Información y Variedades.
En recorrido por la cabecera municipal Tepehuanes, se observa una placa colocada en una pared, frente a la plaza, que dice “En memoria al ameritado y leal soldado de la Revolución, General de División Francisco Murguía, a quien se le formó Consejo de Guerra en esta casa, el primero de noviembre de 1922 “.
En el sitio donde fue asesinado, frente a la estación de ferrocarril, fue derribada la barda, que por muchos años mostró las huellas de las balas, con los hoyancos que dejaron en la pared de adobe. No hubo la cultura de protección por parte de la entonces autoridad municipal para preservar este sitio, que forma parte de la historia de la Revolución Mexicana.
Al famoso General, conocido como Pancho Reatas, por su afición a colgar villistas, se le formó un juicio sumario y se le condenó a muerte, ejecutada por fusilamiento a las diez de la mañana del miércoles 1 de noviembre, en la estación de ferrocarriles, hecho realizado aun habiendo llegado el indulto otorgado por el General Francisco R. Serrano, quien pocos años después también fue asesinado por órdenes de Álvaro Obregón.
Nacido en Villa de Coss, Zacatecas, Murguía López también fue Gobernador de Querétaro, Estado de México y Zacatecas.
Al ser muerto Carranza, este general se fue a los Estados Unidos y al regresar para levantarse en armas contra el bloque sonorense, fue derrotado en Chihuahua, huyendo a caballo por la sierra, para llegar a Tepehuanes, pidiendo asilo al párroco Justo B. Cázares, quien lo ocultó en la casa parroquial.
De acuerdo a la prensa de la época, consultada por el reportero, el Padre Cázares lo hizo saber a otro sacerdote y éste a su vez a otro, en la ciudad de Durango, quien denunció la presencia del afamado General, provocando que de inmediato salieran fuerzas federales por ferrocarril a detenerlo y en un lapso de tres días se le enjuicio y ejecutó.
Tras su detención, el cura Justo B. Cázares fue dejado en libertad por la intervención del Clero, años después llegó a Canatlán como titular de la Parroquia de San Diego de Canatlán, muriendo en la casa parroquial en 1950, como recordaban vecinos de la época, quienes contaron como a medianoche, el acólito Enrique Valenzuela repicaba las campanas para avisarle a la gente del fallecimiento.