CANATLÁN, Dgo. (EM).- Se fue Don Marcos Morales Sanabria, el último inquilino que había de la ex casa grande de La Sauceda y con él, cúmulos de historias de la vieja casona y sus vivencias en ella.
Apenas el día dos de enero pasado, la familia Morales Morán organizó un encuentro festejando los noventa años de edad de don Marcos, quien estuvo acompañado en la celebración religiosa y la comida campestre por su esposa Pabla Elena y sus hijos Ricardo, Gilberto, Marcos, Lauro, María Elena, Juan Pablo, Teresita, así como sus doce nietos y un bisnieto.
La tarde del 27 de junio, quien escribe recibió un mensaje de whatsapp del regidor Gildardo Ramírez: “Tony, no lo veo en el sepelio”, enterándole que estaba a punto de iniciar las “ honras” en la capilla de La Sauceda, para don Marcos, cuyo cuerpo ya estaba en el atrio, a la espera de la llegada del párroco José Martin Favela Rodríguez, quien seis meses antes dirigió un emotivo mensaje a don Marcos, en su nonagésimo aniversario de vida.
“Viví en la casa grande del año 1931 a 1963, llegué ahí cuando tenía tres años de edad; mi tío Tomás Morales Contreras, hermano de mi padre Javier; yo me crie con mis tías Gilberta, María y Juanita”, recordaba don Marcos al hablar de la casa que es testigo de aquellos años de hacienda.
Recordaba entonces que fue en el año de 1942 cuando se hizo la primera bóveda en el templo de la casa grande, el cual tenía su techo de vigas y estaba en mal estado, ya se estaba cayendo y otras estaban apuntaladas, recordaba.
“Unas señoritas formaron un comité para arreglar la Iglesia; pelearon con el padre Castro, porque no quería que arreglaran la capilla”.
Entonces en la hacienda se formó un comité para arreglar el templo, ahí fue donde se construyó la primera bóveda; entre los integrantes estaban Ángel Fuentes Guerrero, Germán Rodríguez y Miguel Sanabria, ellos son los que hicieron, a través del comité, la primera bóveda. Ellos se encargaron de ello, en el año 1942.
El tema de la imagen venerada del Divino Pastor no pasó desapercibida en esas charlas; entonces recordaba que: “En ese tiempo los curas no tenían nada que ver con el Divino Pastor, lo mandaba la dueña, Nicolasa Pérez Gavilán, ella era la que decía, según me dijo mi tío Tomás, quien como administrador se encargaba de las huertas, del potrero y de lo poco que le había quedado a la hacienda”.
“El mero administrador era Leonardo Vázquez, el papá de “Nayo”. Don Leonardo vivía en Canatlán y mi tío se encargaba de La Sauceda, por eso yo viví en la casa grande”.
“El divino pastor y todos los santos que tiene ahorita ( la capilla) era propiedad de la hacienda. La imagen del divino pastor la trajeron de España…”