CANATLÁN, Dgo. (OEM).- Se llama José Antonio Almeida Rodríguez, tiene sesenta y dos años de edad, es jornalero, está a la espera de ser contratado para la pizca de la manzana y al igual que muchos productores de pomácea, también se vio afectado por la sequía.
“Hay menos trabajo porque no ha llovido como se esperaba; los patrones no tienen comprador porque éstos dicen que mientras no llueva no comprarán y eso provoca que haya menos demanda de pizcadores”, dice.
Vecino de El Salto, Pueblo Nuevo, José Antonio espera frente a las instalaciones del albergue para jornaleros agrícolas de ciudad Canatlán, con su bolsa / costal colgada en su lado izquierdo del cuerpo, con la esperanza de que llegue algún fruticultor en su camioneta buscando mano de obra.
Ya es tarde, son las diez de la mañana, hora poco probable de ser contratado, que significa para el entrevistado el sumar un día más sin laborar, que crecen más que los días laborados.
Hay patrones que llegaban y se llevaban quince trabajadores y ante la falta de compradores de manzana regresan después pero ya no por quince pizcadores, sino por dos o tres, para que recojan o entresaquen fruta.
“Trabajamos un día y tres no, lo que ha provocado que muchos de los compañeros empiecen a regresar a sus lugares de origen”, menciona.
José Antonio señaló que mientras en Canatlán ha sido difícil encontrar trabajo, en El Salto no deja de llover día y noche, lo que les impide también trabajar y de ahí han emigrado más de veinte familias para trabajar en la cosecha.
“En días que comemos y otros nomás malcomemos; cuando nos contratan hay patrones que nos apoyan con los alimentos, como nosotros aquí en el albergue nos respaldamos unos a otros, de los que vienen juntos; les damos los veinte, los cincuenta pesos a quienes no tienen para comer”, finalizó