Personaje de la sociedad de Durango, símbolo del periodismo, ícono de esta casa editora, Pedro Rocha y Sida rindió su tributo a la tierra, emprendió ayer el camino que todos vamos a seguir.
Mil usos, lo llamábamos afectivamente, porque se desempeñaba primero como reportero, después como jefe de información, pianista, profesor de música, policía vial y comisionado de box y lucha libre.
Se acostumbra a hablar bien de los muertos, pero en el caso de Pedro Rocha, aún en vida era difícil hablar mal por su bonhomía, su carácter festivo y su desenvoltura con los amigos y hasta con los que no lo eran.
Originario de Canatlán, Rocha y Sida hizo la primaria y secundaria en esta ciudad.
A los 16 años ingresó al periodismo como eventual de policía en el Diario de Durango. Simultáneamente se desempeñaba como agente de tránsito.
Su padre, don Eliseo Rocha y Villa le heredó su sensibilidad musical y su habilidad para tocar el piano, quienes lo oyeron usar las teclas, coincidan en que si bien no conocía una canción completa (El Rey del Popurrí, le decían), sí en cambio tenía una gran sensibilidad que comunicaba a sus oyentes, mientras el cáncer se lo permitió, se desempeñó en esta casa editora como Jefe de Información y como pianista en el restaurante Galería del Hotel Casa Blanca.
En periodismo cubrió todas las fuentes, pero sus fuertes fueron deportes y policiaca, tareas que desempeñaba cuando se lo permitía su cargo de Jefe de Información.
Le sobreviven su esposa Gloria Espinoza y sus 4 hijos.
Era un joven dinámico, porque a su edad y tras de 65 años en este periódico, siguió joven en su mentalidad.
Alcanzó a jubilarse de todo, de maestro de música, de músico, de autoridad deportiva, de agente de tránsito y de periodista. Se jubiló, pero siguió siendo músico y periodista.
Y así seguirá en donde quiera que ahora esté, que deba ser el cielo.