Benigno Montoya nació el 13 de febrero de 1865 en Zacatecas, pero su vida y obra se entrelazaron profundamente con Durango, donde se estableció desde joven. Su primer contacto con el arte de la cantería se produjo en Mapimí, trabajando en la iglesia de Santiago Apóstol junto a su padre, Jesús Montoya, y su tío, Matías. La necesidad económica obligó a Benigno a abandonar sus estudios de primeras letras, pero este sacrificio lo condujo a descubrir su verdadero talento.
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A lo largo de su carrera, Montoya se destacó en el desbaste y labrado de la piedra de cantera, ganándose el respeto y la admiración de la comunidad. Sus inicios en Durango lo llevaron a realizar trabajos importantes bajo el auspicio del segundo arzobispo, D. Santiago Zubiría y Manzanera, donde dejó su huella en el edificio arzobispal y la capilla neogótica.
En 1895 trabajó en la ornamentación de la hacienda de Lajas, y al año siguiente, bajo el encargo de Fray Alfonso M. López, contribuyó al templo de San Agustín, donde diseñó el baldaquino del altar mayor. Sin embargo, su obra más reconocida fue el templo de Nuestra Señora de Los Ángeles, edificado en 1897 por encargo de Ángela Flores. Este proyecto cimentó su reputación en la ciudad, y en la última década del siglo XIX, Montoya participó en importantes obras que sentaron las bases de un legado artístico que continuaría en el siglo XX.
La Revolución trajo consigo desafíos económicos y sociales, y Montoya, como muchos otros, se adaptó a estos cambios. Se volcó en la escultura funeraria, creando capillas de estilo ecléctico y neogótico, junto a cruces ornamentadas que reflejaban la sensibilidad de su época. Sus creaciones incluían ángeles, cristos y figuras que resonaban con las tradiciones románticas.
Benigno Montoya falleció el 25 de diciembre de 1929, dejando tras de sí un legado perdurable. Su labor como maestro cantero no solo enriqueció la arquitectura de Durango, sino que también inspiró a futuras generaciones. Su historia, grabada en piedra, sigue viva en el corazón de la comunidad, recordando la belleza y el talento que aportó a su tierra adoptiva.
En el Panteón de Oriente hay un museo funerario con su nombre
La historia del Panteón de Oriente comenzó a escribirse en 1860, de tal manera que a la fecha con 164 años, tiene mucho que contar; por ejemplo, alberga más de 700 monumentos funerarios entre los que destaca precisamente la obra escultórica de Benigno Montoya.
Su talento se proyectó en ángeles, ánimas y otras figuras religiosas elaboradas en cantera blanca. Derivado de la riqueza escultórica que dejó, en este camposanto se creó el museo con su nombre. Se trata del Museo de Arte Funerario Benigno Montoya. Entre los años 1898 y 1929, Benigno Montoya labró decenas de obras en cantera para el Panteón de Durango.