La violencia se incrementa durante los meses donde hay más convivencia familiar, que en su mayoría está relacionada con el consumo de alcohol y otras sustancias ilícitas, por lo que es durante la cuesta de enero cuando el Instituto Municipal de la Mujer (IMM) suele aumentar el número de sus atenciones hasta en un 30 por ciento, según lo informó la directora de la institución, Mina Argumedo García.
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Aseguró que es durante estos periodos en los que las familias regresan a la normalidad, y por supuesto a los problemas económicos propios de la temporada, cuando se dan cuenta de su realidad y deciden acudir para pedir asesoría a la dependencia, “sin embargo los distintos tipos de violencia ya los vivieron”, dijo.
En su mayoría, las mujeres acuden por un tema de violencia psicológica, de ahí que se suelen tener cuadros de mujeres que llegan a la institución en un estado crítico, en el que advierten que no podían siquiera levantarse de la cama, algunas no contaban con recursos económicos para trasladarse o no tenían dónde dejar a sus hijos.
Señaló que se trata de historias que ellas mismas suelen minimizar porque lo ven de manera cotidiana en su entorno familiar o social; este tipo de casos tienen mayor presencia en la zona rural, donde pese a que son las propias mujeres quienes reconocen haber vivido una o varias situaciones de violencia con sus parejas o familiares, aún así no se ha atendido a ninguna de manera formal, ya que no acuden para recibir apoyo.
“Ahí está todavía más arraigada la cultura machista, donde es lo que te toca e importa la salud de todos, menos la tuya”, comentó Argumedo García, quien señaló que se debe hacer conciencia de lo que se vive, un reflejo que es el de la sociedad misma.
Informó que el tipo de violencia más recurrente en este sector de la población es la emocional y patrimonial, sin embargo para ellas es algo normal, ya que así lo vivió su mamá, su abuela y eso es parte de su vida, “es la cruz que me tocó y hasta que la muerte los separe”, dicen recurrentemente.
Debido a que ellas no recurren por sí solas a instancias como el IMM, se les llevan pláticas y talleres directamente en los poblados que pertenecen al municipio de Durango, donde se les explican los tipos de violencia, y se les muerta el violentómetro, con el que muchas suelen identificarse y comienzan a generar sus propias redes de apoyo ya que se dan cuenta que muchas viven lo mismo que ellas.