/ sábado 12 de mayo de 2018

¿EU y Europa al borde de una guerra económica?

La decisión de Trump de retirarse del acuerdo nuclear con Irán precipitó fractura

PARIS, Francia – Para entender la nueva realidad geopolítica planetaria, será preciso aplicar los principios básicos de la geología porque Europa se aleja cada vez más de Estados Unidos. Esa “deriva de continentes”, como ocurrió físicamente en la realidad hace 1.500 millones de años, presenta ahora una expresión política que empezó con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca. Sin embargo, la grieta entre las dos orillas del Atlántico se agravó aun más con la decisión norteamericana de retirarse del acuerdo nuclear con Irán.

Más que un acontecimiento crucial, esa fractura –sin precedentes desde que terminó la Segunda Guerra Mundial–constituye un hecho histórico. Salvo el periodo de aislacionismo de los años 1930-1940, los vínculos de Estados Unidos con Europa tienen un siglo de existencia. Con algunos países—como es el caso de Francia—remontan incluso a la guerra de la independencia de Estados, a mediados del siglo XVIII. Trump terminó con ese capítulo de un plumazo, sin consultar, sin escuchar consejos y sin reflexionar demasiado–como es su costumbre–sobre los graves daños colaterales que puede tener una insensatez de esa naturaleza.

Después de los esfuerzos desplegados en los últimos meses para hacer cambiar de Trump—con viajes a Washington del presidente Emmanuel Macron, la canciller alemana Angela Merkel y el ministro británico Boris Johnson—, Europa se sintió primero defraudada.

El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, formuló un diagnóstico que resume perfectamente el estado de espíritu que reina en el continente: “Washington no quiere cooperar con el resto del mundo. Hemos llegado a un punto en el cual nos vemos obligados a remplazar a Estados Unidos”. Reemplazo es tal vez la única palabra que no figuraba en el léxico euro-norteamericano.

Angela Merkel fue igualmente terminante: “La época en que podíamos contar naturalmente con Estados Unidos para protegernos pertenecen al pasado”, afirmó el jueves repitiendo la misma frase que pronunció en 2017, pocos días después de la llegada de Trump a la Casa Blanca.

La batería de sanciones aplicadas por Estados Unidos a Irán agrega también una agresión económica para todos los países que mantienen relaciones económicas con el régimen de Teherán.

En virtud del principio de “extraterritorialidad” jurídica que prevé la “ley d’Amato-Kennedy” de 1996, la justicia norteamericana puede enjuiciar a toda entidad que mantenga relaciones con países sometidos a embargo, en caso de que tengan filiales en Estados Unidos, utilicen dólares, operen a través de bancos norteamericanos, empleen materiales informáticos producidos en ese país, transiten por servidores radicados en territorio norteamericano o incluso tengan un solo empleado de esa nacionalidad aunque sea en el exterior.

Esa panoplia de medidas—tan poderosa como un arsenal nuclear—, representa un Imperium jurídico que pulveriza las soberanías nacionales y convierte a Estados Unidos en gendarme económico del planeta, se escandalizó Pierre Lellouche, ex secretario francés de Asuntos Europeos.

Para replicar a esa situación que la coloca entre la espada y la pared,Europa tiene la posibilidad de activar un reglamento europeo—creado en 1996, pero jamás usado—que permite a empresas y tribunales de la UE escapar a las sanciones extraterritoriales. Esa ley, inicialmente creada para protegerse de las sanciones previstas en el embargo a Cuba, prevé que ninguna sentencia decidida por un tribunal extranjero puede aplicarse en la UE. Pero el aspecto vicioso de la actual situación es que la ley d’Amato-Kennedy permite castigar a la filial de una empresa europea que opera en Estados Unidos. Así ocurrió con el banco BNP, condenado a pagar una multa de 9.000 millones de dólares por violar los embargos a Irán, Cuba y Sudán.

Gracias a las astucias de esa ley, desde 2014 Estados Unidos hizo pagar a Europa multas por valor 38 500 millones de euros, según la minuciosa contabilidad del ensayista Jean-Michel Quatrepoint.

A juicio de Europa, aceptar ese juego perverso aparece como un riesgo extremadamente peligroso porque, sumado a las medidas proteccionistas con las cuales amenaza Trump, los dos grandes aliados occidentales corren el riesgo de precipitarse en una guerra económica de imprevisibles consecuencias. ¿Quién resultará beneficiado por un conflicto entre Estados Unidos y Europa?

PARIS, Francia – Para entender la nueva realidad geopolítica planetaria, será preciso aplicar los principios básicos de la geología porque Europa se aleja cada vez más de Estados Unidos. Esa “deriva de continentes”, como ocurrió físicamente en la realidad hace 1.500 millones de años, presenta ahora una expresión política que empezó con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca. Sin embargo, la grieta entre las dos orillas del Atlántico se agravó aun más con la decisión norteamericana de retirarse del acuerdo nuclear con Irán.

Más que un acontecimiento crucial, esa fractura –sin precedentes desde que terminó la Segunda Guerra Mundial–constituye un hecho histórico. Salvo el periodo de aislacionismo de los años 1930-1940, los vínculos de Estados Unidos con Europa tienen un siglo de existencia. Con algunos países—como es el caso de Francia—remontan incluso a la guerra de la independencia de Estados, a mediados del siglo XVIII. Trump terminó con ese capítulo de un plumazo, sin consultar, sin escuchar consejos y sin reflexionar demasiado–como es su costumbre–sobre los graves daños colaterales que puede tener una insensatez de esa naturaleza.

Después de los esfuerzos desplegados en los últimos meses para hacer cambiar de Trump—con viajes a Washington del presidente Emmanuel Macron, la canciller alemana Angela Merkel y el ministro británico Boris Johnson—, Europa se sintió primero defraudada.

El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, formuló un diagnóstico que resume perfectamente el estado de espíritu que reina en el continente: “Washington no quiere cooperar con el resto del mundo. Hemos llegado a un punto en el cual nos vemos obligados a remplazar a Estados Unidos”. Reemplazo es tal vez la única palabra que no figuraba en el léxico euro-norteamericano.

Angela Merkel fue igualmente terminante: “La época en que podíamos contar naturalmente con Estados Unidos para protegernos pertenecen al pasado”, afirmó el jueves repitiendo la misma frase que pronunció en 2017, pocos días después de la llegada de Trump a la Casa Blanca.

La batería de sanciones aplicadas por Estados Unidos a Irán agrega también una agresión económica para todos los países que mantienen relaciones económicas con el régimen de Teherán.

En virtud del principio de “extraterritorialidad” jurídica que prevé la “ley d’Amato-Kennedy” de 1996, la justicia norteamericana puede enjuiciar a toda entidad que mantenga relaciones con países sometidos a embargo, en caso de que tengan filiales en Estados Unidos, utilicen dólares, operen a través de bancos norteamericanos, empleen materiales informáticos producidos en ese país, transiten por servidores radicados en territorio norteamericano o incluso tengan un solo empleado de esa nacionalidad aunque sea en el exterior.

Esa panoplia de medidas—tan poderosa como un arsenal nuclear—, representa un Imperium jurídico que pulveriza las soberanías nacionales y convierte a Estados Unidos en gendarme económico del planeta, se escandalizó Pierre Lellouche, ex secretario francés de Asuntos Europeos.

Para replicar a esa situación que la coloca entre la espada y la pared,Europa tiene la posibilidad de activar un reglamento europeo—creado en 1996, pero jamás usado—que permite a empresas y tribunales de la UE escapar a las sanciones extraterritoriales. Esa ley, inicialmente creada para protegerse de las sanciones previstas en el embargo a Cuba, prevé que ninguna sentencia decidida por un tribunal extranjero puede aplicarse en la UE. Pero el aspecto vicioso de la actual situación es que la ley d’Amato-Kennedy permite castigar a la filial de una empresa europea que opera en Estados Unidos. Así ocurrió con el banco BNP, condenado a pagar una multa de 9.000 millones de dólares por violar los embargos a Irán, Cuba y Sudán.

Gracias a las astucias de esa ley, desde 2014 Estados Unidos hizo pagar a Europa multas por valor 38 500 millones de euros, según la minuciosa contabilidad del ensayista Jean-Michel Quatrepoint.

A juicio de Europa, aceptar ese juego perverso aparece como un riesgo extremadamente peligroso porque, sumado a las medidas proteccionistas con las cuales amenaza Trump, los dos grandes aliados occidentales corren el riesgo de precipitarse en una guerra económica de imprevisibles consecuencias. ¿Quién resultará beneficiado por un conflicto entre Estados Unidos y Europa?

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