/ domingo 1 de julio de 2018

Las leyes no son suficientes: Morir por ser mujer en América Latina

La impunidad y un clima de permisividad social y de las autoridades permiten que los femenicidios sean una nota común

PARÍS, Francia. Doce mujeres mueren asesinadas a diario en América Latina. Pese a la adopción de una batería de leyes pioneras, la violencia contra las mujeres persiste en la región debido a la impunidad y a un clima de permisividad social, estiman responsables y expertos.

“Hemos tenido importantes avances en normativa, pero a pesar de eso la tasa de femicidios sigue siendo alta”, se lamenta Ana Aminta Madrid, ministra del Instituto Nacional de la Mujer de Honduras, uno de los países de la región con el mayor número de feminicidios (466 en 2016, según cifras de la CEPAL), en un encuentro sobre la violencia de género en París.

En los últimos años hubo avances significativos en la región, con la aprobación en 18 países -entre ellos Argentina, Brasil, Colombia y Ecuador- de leyes o reformas a los códigos penales, en que se tipifica el delito de asesinato de una mujer por el solo hecho de ser mujer, bajo la denominación de femicidio o feminicidio.

Fue también en América Latina, más precisamente en Argentina, donde surgió el movimiento Ni Una Menos, por la igualdad de género, contra el patriarcado y los femicidios, que tuvo impacto mundial, y la Primavera violeta, un movimiento de despertar social que nació en México contra la violencia machista. Pero a pesar de esto, el panorama en la región es desolador: de los 25 países del mundo con las tasas más altas de feminicidio, 14 están en América Latina y el Caribe.

Entre los casos más escalofriantes destaca el reciente asesinato en Perú de Eyvi Ágreda, que fue rociada con gasolina y quemada en un bus por un excolega que la acosaba por un amor no correspondido.

La joven de 22 años murió en un hospital por quemaduras en más del 60% del cuerpo.

También ha provocado conmoción la violación y estrangulamiento de una niña de 11 años en Argentina, que había salido de su casa en bicicleta para ir a comprar pan, o el crimen contra una mujer en Chile, descuartizada y quemada en aceite por un hombre con quien mantenía una relación extramatrimonial.

NECESARIO CAMBIO CULTURAL

Para erradicar este flagelo “se necesita un cambio cultural importante”, manifiesta Isabel Plá, ministra chilena de la Mujer y la Equidad de Género, también invitada al encuentro en la capital francesa organizado por el programa de cooperación entre América Latina y la Unión Europea (UE), Eurosocial.

“En nuestras sociedades aún no hay un consenso de que en ninguna circunstancia una mujer puede ser violentada”, afirma Plá. “En los medios y en las redes sociales vemos que todavía hay una justificación a la violencia”, añade.

Pablo Navarrete Gutiérrez, coordinador de asuntos jurídicos del Instituto Nacional de Mujeres de México, achaca también el clima de extrema “permisividad social” frente a los feminicidios en su país, en donde mueren más de siete mujeres al día, víctimas de la violencia machista que ha arrastrado por décadas.

“Requerimos un profundo cambio social y cultural para desnaturalizar esa violencia que ha sido socialmente normalizada y naturalizada, comenzando con el acoso y el hostigamiento sexual, que es el primer eslabón de una larga cadena de vejaciones y violencias contra las mujeres”, dijo.

Mariela Labozzetta, fiscal especializada en los diversos tipos de violencia contra las mujeres del ministerio público fiscal de Argentina, estima sin embargo que ha habido “avances enormes en las reacciones públicas frente a actitudes que antes estaban naturalizadas”.

“En Argentina ha subido la vara de la intolerancia con respecto al acoso y al machismo, ya no hay margen ni para los actos más pequeños de micromachismo”, asegura.

“Por supuesto aún falta muchísimo por hacer, pero es muy pretencioso pensar que un sistema patriarcal tan arraigado va a desaparecer de un día para el otro”, agrega, no sin recordar que en su país una mujer muere cada 32 horas como consecuencia de la violencia machista.

LA IMPUNIDAD, 'LA GRAN DEUDA'

Pero el principal refugio de la violencia de género es la impunidad, destaca Kathleen Taylor, directora de ONU Mujeres para América Latina y el Caribe.

“Esa es la gran deuda que tenemos, que básicamente una mujer va a poner una denuncia y no hay una condena”, explica en entrevista esta funcionaria de Naciones Unidas.

Según cifras de 2016 comunicadas por este organismo, un 98% de feminicidios y otras formas de violencia contra las mujeres queda impune en la región por falta de aplicación real de las leyes, y de una baja inversión en la infraestructura requerida para la protección real de las víctimas y la sanción de los agresores.

“Hay mujeres que no van a denunciar a sus agresores por miedo, por miedo a quedarse solas, por miedo a que sus hijos se queden sin padre o por una dependencia económica”, detalla Paola Alexandra Mera, secretaria técnica del Consejo ecuatoriano de la Mujer.

Del encuentro celebrado esta semana en París, Mera se lleva bajo el brazo una serie de innovaciones y buenas prácticas europeas, sobre todo en términos de prevención, que según ella “es lo que más nos falta” en nuestros países.


PARÍS, Francia. Doce mujeres mueren asesinadas a diario en América Latina. Pese a la adopción de una batería de leyes pioneras, la violencia contra las mujeres persiste en la región debido a la impunidad y a un clima de permisividad social, estiman responsables y expertos.

“Hemos tenido importantes avances en normativa, pero a pesar de eso la tasa de femicidios sigue siendo alta”, se lamenta Ana Aminta Madrid, ministra del Instituto Nacional de la Mujer de Honduras, uno de los países de la región con el mayor número de feminicidios (466 en 2016, según cifras de la CEPAL), en un encuentro sobre la violencia de género en París.

En los últimos años hubo avances significativos en la región, con la aprobación en 18 países -entre ellos Argentina, Brasil, Colombia y Ecuador- de leyes o reformas a los códigos penales, en que se tipifica el delito de asesinato de una mujer por el solo hecho de ser mujer, bajo la denominación de femicidio o feminicidio.

Fue también en América Latina, más precisamente en Argentina, donde surgió el movimiento Ni Una Menos, por la igualdad de género, contra el patriarcado y los femicidios, que tuvo impacto mundial, y la Primavera violeta, un movimiento de despertar social que nació en México contra la violencia machista. Pero a pesar de esto, el panorama en la región es desolador: de los 25 países del mundo con las tasas más altas de feminicidio, 14 están en América Latina y el Caribe.

Entre los casos más escalofriantes destaca el reciente asesinato en Perú de Eyvi Ágreda, que fue rociada con gasolina y quemada en un bus por un excolega que la acosaba por un amor no correspondido.

La joven de 22 años murió en un hospital por quemaduras en más del 60% del cuerpo.

También ha provocado conmoción la violación y estrangulamiento de una niña de 11 años en Argentina, que había salido de su casa en bicicleta para ir a comprar pan, o el crimen contra una mujer en Chile, descuartizada y quemada en aceite por un hombre con quien mantenía una relación extramatrimonial.

NECESARIO CAMBIO CULTURAL

Para erradicar este flagelo “se necesita un cambio cultural importante”, manifiesta Isabel Plá, ministra chilena de la Mujer y la Equidad de Género, también invitada al encuentro en la capital francesa organizado por el programa de cooperación entre América Latina y la Unión Europea (UE), Eurosocial.

“En nuestras sociedades aún no hay un consenso de que en ninguna circunstancia una mujer puede ser violentada”, afirma Plá. “En los medios y en las redes sociales vemos que todavía hay una justificación a la violencia”, añade.

Pablo Navarrete Gutiérrez, coordinador de asuntos jurídicos del Instituto Nacional de Mujeres de México, achaca también el clima de extrema “permisividad social” frente a los feminicidios en su país, en donde mueren más de siete mujeres al día, víctimas de la violencia machista que ha arrastrado por décadas.

“Requerimos un profundo cambio social y cultural para desnaturalizar esa violencia que ha sido socialmente normalizada y naturalizada, comenzando con el acoso y el hostigamiento sexual, que es el primer eslabón de una larga cadena de vejaciones y violencias contra las mujeres”, dijo.

Mariela Labozzetta, fiscal especializada en los diversos tipos de violencia contra las mujeres del ministerio público fiscal de Argentina, estima sin embargo que ha habido “avances enormes en las reacciones públicas frente a actitudes que antes estaban naturalizadas”.

“En Argentina ha subido la vara de la intolerancia con respecto al acoso y al machismo, ya no hay margen ni para los actos más pequeños de micromachismo”, asegura.

“Por supuesto aún falta muchísimo por hacer, pero es muy pretencioso pensar que un sistema patriarcal tan arraigado va a desaparecer de un día para el otro”, agrega, no sin recordar que en su país una mujer muere cada 32 horas como consecuencia de la violencia machista.

LA IMPUNIDAD, 'LA GRAN DEUDA'

Pero el principal refugio de la violencia de género es la impunidad, destaca Kathleen Taylor, directora de ONU Mujeres para América Latina y el Caribe.

“Esa es la gran deuda que tenemos, que básicamente una mujer va a poner una denuncia y no hay una condena”, explica en entrevista esta funcionaria de Naciones Unidas.

Según cifras de 2016 comunicadas por este organismo, un 98% de feminicidios y otras formas de violencia contra las mujeres queda impune en la región por falta de aplicación real de las leyes, y de una baja inversión en la infraestructura requerida para la protección real de las víctimas y la sanción de los agresores.

“Hay mujeres que no van a denunciar a sus agresores por miedo, por miedo a quedarse solas, por miedo a que sus hijos se queden sin padre o por una dependencia económica”, detalla Paola Alexandra Mera, secretaria técnica del Consejo ecuatoriano de la Mujer.

Del encuentro celebrado esta semana en París, Mera se lleva bajo el brazo una serie de innovaciones y buenas prácticas europeas, sobre todo en términos de prevención, que según ella “es lo que más nos falta” en nuestros países.


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