CAMARGO. El pequeño municipio de Camargo, en la zona de la frontera norte, dejó de ser invisible para atraer los reflectores mundiales, y no precisamente por alguna hazaña, proeza o buena noticia, sino por los nuevos hechos violentos en ese territorio tamaulipeco.
La violencia que ha impactado a este pueblo es tal que casi la mitad de la población decidió huir, mientras que los que se quedaron tuvieron que enfrentar secuestros, desapariciones y robos. Camargo es parte del corredor fronterizo que es zona de influencia del Cártel del Noreste.
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La muerte de 19 personas hizo de esta localidad de vocación agrícola, pesquera y comercial noticia mundial, pero sus aproximadamente 16 mil habitantes no están sorprendidos, y es que la ola de violencia desatada en Tamaulipas poco antes de 2010 les dejó cicatrices, historias y soledades que les enseñaron a sobrevivir.
El pasado 22 de enero, los residentes de este poblado que mira de frente a Estados Unidos y es vecino del estado de Nuevo León se enteraron en forma de rumor que en la comunidad Santa Anita había unas camionetas quemadas con personas calcinadas, y la historia no era errónea, poco después, el Gobierno de Tamaulipas confirmó el hallazgo de 19 cuerpos, que hoy se sabe fueron asesinados en otro sitio, que a la fecha no se ha revelado.
Cuando hace más de una década la violencia se desató en Reynosa, Ciudad Victoria, Matamoros, San Fernando y Tampico, de Camargo era poco lo que se sabía. Es un lugar donde por duras experiencias se aprendió a guardar silencio.
Ni siquiera las cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública generan alarma, en 2020 se reportaron en Camargo 19 homicidios con arma de fuego, una extorsión, cinco vehículos robados, 12 robos domiciliarios y ni un solo secuestro.
“Supimos que algo pasó, pero que yo sepa, nadie se atrevió a ir. No es bueno andar de mirones”, relató Irma a El Sol de Tampico, quien toda su vida ha radicado en ese lugar que cuenta con una extensión territorial de 937 kilómetros.
La mujer recordó que desde hace 10 años se resintió la presencia criminal en ese municipio, que cambió de tajo el andar libre y pacífico, del que ya pocos recuerdan. “La vida es de miedo, pero ya no con tanto terror. Se escuchaban balaceras o que pasaba algo, pero en las afueras”.
“Mucha gente se fue de aquí, mucha gente fue robada. Se fue como 40 por ciento de la población y mucha ya no regresó”, reveló quien ha sido testigo de la angustia de vivir en una región “roja”.
Irma, de 50 años, es víctima de esa delincuencia que lacera para siempre; sus hermanos fueron “levantados” y jamás volvieron, a la par de que las autoridades no les dieron respuesta.
“En Camargo yo perdí a dos hermanos en 2010 por confusión; ellos estaban afuera, llegaron por una vecina que sí estaba coludida, y como estaban de mirones, se los llevaron y jamás supimos de ellos”, narró Irma con resignación.
“Anduve buscándolo por todos lados, a donde dicen que hay cuerpos, ahí iba, lleve fotos, fui a Monterrey buscando fosas y nunca, nunca nos dieron razón”, relató.
“Es que nosotros ya sabemos, vemos todo en redes sociales, hay una balacera pues no vamos o no pasamos por ahí, no nos metemos con ‘la gente’. Aquí nos encantan los tacos, comemos tacos siempre, pero eso sí, antes de las 21:30 horas, después no queremos salir”, explicó Irma.
Los residentes de este lugar, ven como algo lógico que entre los cuerpos de los calcinados existan migrantes guatemaltecos, ya que aseguran que siempre se ha sabido de su paso por esta tierra.
Como si esa lucha silenciosa no fuera suficiente, la llegada del Grupo de Operaciones Especiales (Gopes), de los que 12 integrantes se encuentran detenidos por su presunta participación en el homicidio de las 19 personas calcinadas, de acuerdo con la Fiscalía de Justicia estatal, sembró temor en sus habitantes.
“¿De quién vamos a cuidarnos? ¿De la delincuencia o de la ley? Yo ahora de la ley, con lo que pasó en mi casa. Ya no es igual”, señaló Angelina, quien denunció ser víctima de un robo por parte de los agentes policiacos.
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